Quisiera meterme en el alma misma de la gente más pobre de este país para repetirle, hasta que se convenza, que se no se mate por los políticos. Ni por nadie. No vale la pena porque los vivos casi siempre se las arreglan y los muertos solo tienen un destino: el cementerio para ser manjares de los gusanos.
Me asalta, sin embargo, la impotencia al saberme sin los medios para lograrlo y ver cómo se potencia la violencia resultado de discusiones irracionales hijas de la ignorancia sembrada por manipuladores mediáticos y otros influyentes que hacen coro con lo peor de la sociedad.
La escasa instrucción formal de los marginales apenas les da para emborracharse con titulares sangrientos de noticias descontextualizadas y manipuladas de la peor manera que nos ha tirado encima la venenosa moda nacional del “disyokismo noticioso y opinativo” (de disc-jockey) televisual, radiofónico e impreso.
Acabo de ver dos escenas que refuerzan lo que digo:
En la urbanización Bello Campo, dos tricicleros que compiten a diario por botar la basura de los vecinos a cambio de alguna chiripa que les permita encender el fogón aún sea a las diez de la noche, casi se matan por lo que han oído y han visto en los medios radiofónicos y televisuales acerca de la falsa denuncia de Marcos Martínez, político y comentarista de un canal de televisión de Santiago, sobre la posesión cuentas por 76 millones de euros, en un banco de Dinamarca, a nombre de la Primera Dama Margarita Cedeño.
El duelo a cuchilladas estuvo al tris de ejecutarse luego que uno de los hombres andrajosos y huesudos, perredeísta él, tildó de ladrón a su compañero de infortunio. Le gritaba que los peledeístas se roban el dinero y se lo llevan para los bancos extranjeros. El otro reaccionó al vuelo, con similar intensidad, refrescándole la memoria acerca de las ejecutorias de los gobiernos perredeístas. Por los consejos de vecinos, cada uno decidió seguir rodando los desvencijados vehículos, en direcciones opuestas, no sin antes cortarse los ojos mientras se alejaban.
Dos días después, por poquito corre la sangre en el taller donde reparaba mi vehículo, muy cerca de donde había ocurrido el enfrentamiento entre los dos trabajadores por cuenta propia.
Llegó un hombre flaco, cincuentón, y entregó su auto para fines de cambio de piezas. Seguido caminó hacia el área donde yo estaba sentado, leyendo para matar la larga espera. En tono alto, antes de afirmarse en la silla plástica, pregonó: “Están picaos porque no van pa parte. Por eso se inventan esas mentiras en contra de Margarita y del Presidente”.
Siguió con su letanía como si nos hubiésemos visto alguna vez. Paré la lectura de un texto y le miré por los bordes superiores de mis lentes, insinuándole mi comprensión. No me gustan las discusiones políticas a ese nivel, y menos con desconocidos.
Había mermado su rabia cuando irrumpieron dos jóvenes clientes, con apariencia de dominican-york. Sin pedirles opinión, con aires de sabelotodo, desafiantes y a toda garganta vocearon que ellos conocen muy bien los bancos europeos y que éstos no dirán nunca si la PD tiene las cuentas de marra. Para ellos, el acusador cibaeño tiene razón aunque la afectada presente pruebas. El hombre flaco le ripostó y aquello comenzó a ponerse “color de hormiga”. Entonces giré con discreción mi cabeza, fruncí el ceño y con movimientos de los ojos y la boca, le comuniqué que no hiciera caso. Suerte que me obedeció. Los guapones se quedaron hablando solos y dos minutos después se marcharon.
Por causas similares, muchos dominicanos y dominicanas se han quitado la vida durante procesos electorales pasados. Y por el camino que vamos, de aquí a las presidenciales del 20 de mayo, los caídos podrían ser muchos.
Los perceptores con baja educación formal re-significan los discursos mediáticos de manera diferente a los políticos. En ellos predomina el fanatismo y la pasión. Imposibilitados de descifrar los vericuetos demagógicos de los discursos políticos y de la propaganda disfrazada de noticia, creen de manera acrítica todos los cuentos, y por defender a sus líderes son capaces de jugarse la vida si fuese necesario.
Los políticos, en cambio, son fríos, calculadores, y más temprano que tarde suelen dirimir diferencias al ritmo de champanes y vinos franceses en restaurantes millonarios. Sin importar colores partidarios ni éticos.
A quienes tenemos el alto privilegio de acceder a medios de comunicación social en calidad de constructores de sentido, la coyuntura nos propone escoger entre dos opciones: integrarnos al coro diabólico que con ruidosas mentiras agita las pasiones y las mentes de los ignorantes para lanzarlos a baños de sangre, y sobre esa sangre hacernos de dinero; o asumir el periodismo como un compromiso social que eche al zafacón toda información perniciosa para la paz y la conciencia del pueblo dominicano.
Mala noticia: la primera, pese a que constituye un crimen social, es la más socorrida. La mentira y el morbo están de moda.
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