Enfermarse no estaba en su agenda. Trabajar, trabajar, y más trabajar, hasta adormecer la soledad, parecería ser su doctrina, y la de otras mujeres.
Con medio siglo de vida y más de dos décadas laborando bajo el hábito de médico, nunca había sido paciente, no se había sentado en la acera del frente. Para una mujer sana, deportista y con numerosos proyectos en marcha, enfermarse no forma parte de su imaginario.
Esa mujer, esa misma mujer se tragó el pescado equivocado. La toxina de la ciguatera se apoderó de sus nervios, de las cuerdas responsables de inervar los músculos de sus brazos, de sus piernas. Calambre en los brazos, calambre en las manos, calambres en las piernas, y calambres en los pies. Un hormigueo candente recorría todo su cuerpo, un dolor infernal.
Sus labios, poseídos por la fuerza del mar evocaban sus besos, esos besos del ayer. Esos labios hipersexualizados no le pertenecen, un hilo invisible los conecta con el centro de su historia, un dolor con olor a placer, “el beso de la ciguatera”. .
Polineuritis periférica por ciguatoxinas fue el diagnóstico, un listín de fármacos y una alta dosis de paciencia la indicación. La eliminación de la toxina es lenta, lenta, cuatro a seis meses para el cuadro agudo.
Desde la cama observa su vida, vislumbra la ventana y a través de ella, el amanecer. A pesar de tener las extremidades adormecidas, su mente está lúcida, tan lúcida que en ocasiones preferiría dormirla para no ser consciente de la gran estafa.
Lleva más de veinte años pagando de su salario la cobertura de Administradoras de Salud, ARS; por primera vez recurre a ella para las medicinas, y en la primera semana la cobertura de medicamentos ambulatorios se agotó.
Para su cumpleaños los invitados llegan con su obsequio de la lista de regalos: Gabapentina, Prednisona, Ketorolaco, Complejo B, fármacos para apalear la enfermedad. Su cobertura en salud tiene rostro de amistad.
Mientras pasa la tarjeta de crédito se le retuercen las vísceras, su deuda aumenta y con ella la impotencia. ¿Dónde está mi dinero?, todo el que han descontado en tantos años de trabajo, ¿Quiénes se están beneficiando del monto que nos debitan para salud?
Las filtraciones del techo ya forman parte de la ornamentación. Reflexiona sobre el paradero del rédito de su trabajo para “riesgo de salud”. Un nudo arropa su garganta. ¡Ay, Dios mío!, recordó el monto debitado para su pensión!,¡ Mi vejez!, ¡Cuánto quisiera que los fondos de pensiones no tuviesen el mismo administrador o beneficiario! Atajando para que otro enlace.