Con la persistencia que le caracteriza en la búsqueda siempre orientada al interés nacional, monseñor Agripino Núñez Collado ha vuelto a clamar por una campaña electoral donde predominen las propuestas serias y orientadoras.
Aunque partidos, candidatos y dirigentes políticos tocan en ocasiones temas referentes a sus ideas y proyectos futuros, en realidad no se observa, con el rigor requerido y el enfoque que hace el prelado, la formulación de planes concebidos con líneas de acción claramente definidas.
Monseñor Agripino no se requiere a la verborrea electorera, episódica y generalmente alegre que no llega a tener el carácter propio de propuestas edificantes, sino a la necesidad de que el electorado conozca con precisión los planes de gobierno de cada uno de los candidatos.
Para evitar que sean quiméricas o demagógicas, las propuestas deben ser bien detalladas y proyectar, además, su factibilidad en base a las realidades económicas del país y a una verdadera estrategia de modernidad, desarrollo y justicia social que no sea contaminada por ninguna dosis de clientelismo.
Será difícil contar con propuestas viables y trascendentes, mientras se carezca de un auténtico proyecto de nación y se sufran los efectos de disputas estériles entre los partidos atizadas por una especie de miopía política que impide pensar en grande y que lleva a visiones excluyentes.
Si los partidos y sus dirigentes estuvieran de verdad empeñados en contribuir a un debate de altura, en el país no se hablara de campaña sucia o negativa, porque los ciudadanos percibirían con claridad el pensamiento de quienes aspiran a ocupar posiciones públicas.
Los que recurren a campañas impropias o detestables podrían en su momento cosechar frutos contrarios a sus propósitos originales, al subestimar la capacidad de la población para darse cuenta de los elementos dañinos y distorsionados que contienen generalmente estos tipos de mensajes.
La dirigencia partidaria debería entonces recapacitar para desechar cualquier tipo de método infame y disponerse a combatir en buena lid en un torneo electoral que debe fortalecer la democracia, la institucionalidad y la coexistencia civilizada en sociedad.