Una crítica sutil que se acerca a lo subliminal, pero al mismo tiempo inclemente y severa contra los antivalores de la postmodernidad, es la que expresa Celio Guerrero en su reciente novela Dos amigos y Almas gemelas cuyos personajes habitan la surrealista ciudad de Salvaleón, sometida a la monarquía del empresario Sanzur y el banquero Natanau, de orígenes árabe y judío, respectivamente.
Los acaudalados Sanzur y Natanau, quienes se habían separado por décadas tras compartir pupitres en la niñez, mueren simultáneamente por las mismas dolencias pero en ciudades diferentes, el 2 de noviembre día de los Fieles Difuntos. Sus almas, en vez de marcharse al destino eterno, recalan a Salvaleón donde imponen su imperio centralizador de las riquezas, logrando que el dinero pase a convertirse en el dios de los salvaleoneses.
Guerrero, nacido en Higüey, municipio cabecera de la provincia La Altagracia, narra que el parque central de la ciudad era el punto de reunión de los monarcas, disputándose el espacio con los jóvenes talentosos del pueblo, integrantes de la “peñasesuda”, quienes trazan una conspiración contra la “unidadfaquir”, como bautizan al poder aristocrático.
Construyen la rebelión el escritor, el poeta, la pintora, el músico, la cineasta, el historiador y el científico, quienes se valen de la belleza y la audacia femeninas para infiltrar a los monarcas, conocer todos sus secretos y de manera sistemática debilitar su poderío, con el objetivo de liberar a los salvaleoneses, sometidos a la más vil explotación y enajenación.
La sátira aparece como recurso narrativo para conjugar fenómenos de épocas diferentes, desde el uso del reloj gigantesco que se detuvo para siempre a las once menos quince hasta la comunicación por la vía del Facebook, el Whatsapp y demás redes sociales que han proliferado en el siglo XXI.
Los “bayahibenses” pescadores y los “yumaerenses” de vocación “sanrafaelesca”, tal vez se reconozcan en Dos Amigos y Almas Gemelas.