SANTO DOMINGO.- Empieza a aflorar el temor de que bandas haitianas instalen estructuras en la República Dominicana para ejecutar operaciones de secuestros.
No es exagerado formarse esa expectativa si tomamos en cuenta indicadores como frecuencia de los secuestros y el incremento de esa práctica criminal, que toca ya a dominicanos.
Uno no quisiera asumir el rol de ave del mal agüero ni de repartir miedo entre quienes escuchan nuestra opinión.
Pero las autoridades no deben minimizar esos riesgos ni subestimar la capacidad de acción de los delincuentes armados en Haití, a quienes nadie controla.
Aunque la frontera está bien vigilada y se construye un muro, no hay que ignorar que su misma composición geográfica la hace porosa.
En otras palabras, siempre existirá la posibilidad de que personas se cuelen sin ser vistas.
Me iría al extremo, por un asunto de prevención, y no dudaría que bandas haitianas hagan joint venture con delincuentes locales.
Podrían hacerlo pensando que aquí tienen un mercado amplio para sacar compensaciones a partir de los secuestros.
Ni la vigilancia de la frontera in situ ni el sistema nacional de inteligencia deben descuidarse ante estos riesgos latentes.
No vemos estos temores como exageraciones ni como un delirio de persecución. Es mucho mejor ser preventivos al extremo.
Las bandas haitianas, que necesitan armas y dinero para sus objetivos (en los que no se descarta la política) no creo que tengan el ánimo de reducirse en un mercado que se agota.
Tienen sus ojos puestos aquí.