SANTO DOMINGO.- En medio de los grandes riesgos de inestabilidad que corremos por la corrida de precios internacionales, lo peor que nos puede deparar el entorno es un ruido político hueco.
Ante el probable advenimiento de una hambruna, que es algo muy serio para la humanidad, molestan al oído las palabrerías efectistas y las frases cohete.
Es legítimo el ejercicio de oposición política, pues es parte del juego de la democracia.
Sin embargo, a las tensiones económicas que ya tenemos añadir escaramuzas, querellas, y espectáculos sin propuesta, para buscar simpatía del electorado, es una segunda desgracia.
Y lo es porque ya estamos cansados del discurso clientelista, de las proclamas de gente oportunista, de las promesas vanas, de las mentiras.
Este país necesita un ejercicio político basado en los asuntos fácticos, en los hechos, en los aportes concretos y no en cantos de sirena.
Hay políticos que hablan como si nunca hubiesen pasado por el poder, como si nunca se sentaron en la poltrona del Palacio a tomar decisiones.
Nos quieren tomar de tontos útiles, de conejillos de Indias para hacer experimentos, como si fuéramos imbéciles.
Todos los males, los huecos en las reformas, las grandes falencias de este país forman parte de una cadena de imprecisiones al gobernar que vienen desde muy atrás.
Todos, absolutamente todos son culpables, pero no para de hacer promesas y lo sigue haciendo hasta el mismo Gobierno electo hace dos años.