La ciudad de Santo Domingo está colapsando en términos de movilidad.
Esto es algo muy peligroso, porque podría terminar ahuyentando el turismo y las actividades de negocios.
Somos una ciudad realmente vibrante en el Caribe, atractiva y competitiva, pero la movilidad puede tumbar ese encanto.
La crisis que estamos experimentando no se resuelve ni con un millón de agentes de tránsito, ni con más semáforos.
Tampoco con cambios de sentido en vías ni experimentos como el par vial que se pretende hacer en Churchill y Lincoln.
Un ministro de Obras Públicas cortó partes de las aceras centrales en ciertas vías para posibilitar giros sin traumas.
La felicidad duró poco, porque se trató de un parche y eso es lo que hacemos cada día para disminuir el dolor de cabeza que es la ciudad.
¿Cuál es el tema de fondo? Inversiones y en grandes cantidades.
Quizás el gobierno no podrá solo debido a la baja presión tributaria y a la decisión política de no hacer reforma.
La deuda sería un camino, pero no es tan sano, pues ya gran parte de los ingresos se van en pago de intereses.
Probablemente valdría la pena experimentar con las alianzas público privadas, aunque la confianza ahí está floja.
La verdad es que, por lo menos, deberíamos tener un estudio sobre construcción de vías alternas, túneles, elevados, modelos de transporte y otras soluciones.
Y hacer conciencia de que estamos ante un real colapso con perspectivas de empeorar.
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