SANTO DOMINGO.- Estoy seguro que el COVID-19 no es la última pandemia.
El mundo y la naturaleza están sometidos a presiones por sus propios habitantes.
La degradación del ambiente, el calentamiento global, las tensiones hídricas y el hambre son grandes amenazas donde se anidan las próximas pandemias.
Los conflictos geopolíticos, como el de Rusia y Ucrania y en otras dimensiones, no dejarán de acompañarnos.
Somos una economía integrada, estamos en la globalización y, por tanto, expuestos a sufrir los efectos derivados de esos avatares.
Debemos, como país, tener muy en cuenta esos riesgos.
Tanto la pandemia como la guerra son dos enseñanzas, dos alertas que debemos ver hacia el porvenir.
¿A dónde quiero llegar?
Necesitamos repensar la economía y dar una mirada hacia lo interno.
Esto significa reindustrializar el país e impulsar la agropecuaria y la agroindustria con ambición y pasión.
Estos dos pasos nos llevarán a la seguridad alimentaria y al manejo de imprevistos, provenientes de crisis internacionales.
Lo haríamos con menos angustia, menos urgencias y preservando los empleos.
Fortalecer el tejido productivo en nada excluye la necesidad de seguir incentivando a los sectores generadores de divisas, como turismo y zonas francas.
Tampoco es excluyente de los servicios que sirven de sostén a la actividad económica.
Hace bien el gobierno en reconocer que la agropecuaria es imprescindible para la seguridad alimentaria.
