En 1980 la República Dominicana era la décima economía de América Latina.
Veinte años después, en 2001, pasó al escalón número 9, por encima de Guatemala y aproximándose a Ecuador.
El Fondo Monetario Internacional pronostica que para 2022, nuestra economía saltará al lugar número 7.
Esto quiere decir que en los últimos 20 años, desde 2001 al 2022 experimentamos un crecimiento más rápido que en las dos décadas anteriores.
Dejamos atrás a países como Ecuador, Guatemala, Venezuela, Panamá, Puerto Rico, Costa Rica, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Se trata, desde mi punto de vista, de un crecimiento orgánico, impulsado por la buena vibra, la voluntad y el carácter de los dominicanos.
La estabilidad política ha sido clave en esto, pues ha contribuido con la confianza para invertir.
La pena es que en el trayecto son pocas las reformas importantes que se han hecho.
Y mucha ha sido la corrupción que nos ha afectado, desviando recursos que hubiesen servido para crecer más.
Estamos en un momento de impulso, colocados sobre un trampolín para dar un salto cualitativo y cuantitativo.
República Dominicana ha sido en 2021 el único país de la región en lograr cambios de calificación de riesgo favorable por Standard & Poors y Fitch Rating.
El círculo virtuoso se puede quebrar si no asumimos reformas estructurales, preservando la paz social y la estabilidad política.