MADRID.- «Future Nostalgia» de Dua Lipa fue probablemente el disco de la pandemia, uno de los escasos bálsamos del encierro capaz de proyectarnos de vuelta a las pistas de baile, de ahí que tras dos años aciagos y varios aplazamientos su concierto hoy en Madrid se haya sentido como el portazo definitivo a una etapa oscura.
No es de extrañar por ello que cuando las luces se han apagado y han empezado a sonar las primeras notas de la colorida «Physical», un escalofrío muy diferente al de la covid-19 haya recorrido a las más de 15.000 personas que hace ya dos años agotaron (y guardaron) las entradas de esta cita en el Wizink Center de Madrid en el que originalmente debería haber comenzado la gira un 26 de abril de 2020.
Ha sido a las 21:15 horas, poco después de la actuación de su compatriota Griff como telonera, aunque muchas personas han hecho cola a las puertas del antiguo Palacio de los Deportes de la capital española desde esta misma mañana para conseguir la mejor posición frente a la diva pop que, con el permiso de Taylor Swift, se encuentra en mejor estado de forma comercial.
Convertida en el reclamo que muchos otras primeras figuras anhelan para impulsar sus lanzamientos (véase Elton John, Calvin Harris o J Balvin), Dua Lipa ha llegado a Madrid con un espectáculo de 1 hora y 40 minutos y cerca de 20 cortes que pasan como un relámpago, impecable en la producción y muy centrado en ese «Future Nostalgia», declarado por la crítica mundial como uno de los grandes discos del funesto 2020.
Del lanzamiento original han sonado todos sus temas, 11, desde el que le da nombre hasta «Boys Will Be Boys», además de algunos incluidos en su relanzamiento «The Moonlight Edition», dejando en un papel residual su debut hómonimo, del que algunos habrán extrañado «Hotter Than Hell» o «Blow Your Mind» y que formaron parte de su «show» previo en la ciudad, en el festival Mad Cool de 2018.
En esos cuatro años de diferencia, esta británica de origen albanokosovar no solo ha ampliado su dimensión global, sino que ha evolucionado sobremanera como artista de escenario, pasando de una actitud relativamente hierática a pisarlo con el aura de las estrellas y tomar parte en casi cada ebullición coreográfica.
No hay nada que no se haya visto antes (hasta la langosta gigante con «We’re Good» remite a Katy Perry) y ni el escenario resulta especialmente deslumbrante más allá de su enorme pantalla con forma de tazón, pero el cuidado en cada aspecto lo eleva: luces, realización (con planos más propios de un programa de televisión) o la salida de una banda que insufla sangre más allá del apartado puramente escenográfico al que a veces se limitan estas citas pop.
Al vigoroso sentimiento final ha contribuido además un público entregadísimo desde el inicio que lo ha vivido con ánimo de acontecimiento histórico, expresando su estupor ante cada pequeño guiño o cambio, como le ha reconocido la propia Dua Lipa.
«¡Buenas noches, Madrid! Estoy muy feliz de estar aquí, gracias por todo este amor, han sido dos años de espera, pero finalmente hemos llegado. ¡Y gracias por esta experiencia!», ha señalado tras 40 minutos iniciales de infarto, en el que cada número se engarza con el siguiente sin descanso ni momentos bajos.
Ese dominio del «tempo» ha sido la tónica general, incluso durante los cambios de vestuario, el único renuncio a un espectáculo que desde las proyecciones iniciales presenta a los 12 bailarines como coprotagonistas de un «show» que la estrella capitanea con seguridad y voz firme y que, al cierre, ha dejado con una auténtica sensación de nostalgia y ganas de mucho más en el futuro.