Uno de los graves problemas institucionales que no hemos podido superar como nación es que las figuras y dirigentes que acceden a la vida pública no siempre se comportan a la altura de la integridad a que están obligados para rendir cuenta de sus gestiones.
Esta debilidad institucional es de larga data en nuestra historia republicana y ha quedado patéticamente de manifiesto en el caso de los sobornos pagados en el país por la Odebrecht.
Mientras algunos se aferran a las posiciones públicas con conveniencias personales y además de inconductas, prefieren hacerse de la vista gorda ante irregularidades, hay personajes excepcionales que enfrentan y denuncias lo que consideran indebido e improcedente.
El doctor Hugo Tolentino Dipp, quien murió este lunes a la edad de 88 años, en varias etapas de su accionar dio ejemplo de entereza, rectitud y firmeza para oponerse cuando estaba de por medio cuestiones de principios fundamentales.
Por eso, en una oportunidad prefirió dejar su puesto como Canciller y retirarse a la tranquilidad de su caso y dedicarse a labores profesionales como profesional de la abogacía e historiador, por no estar de acuerdo con un proyecto reeleccionista.
Su postura fue entonces un ejemplo de plena adhesión a postulados primigenios del Partido Revolucionario Dominicano que el consideraba que eran inviolables.
Desde el Congreso como legislador y presidente de la Cámara de Diputados dio ejemplo de apego fiel a procedimientos transparentes en defensa del interés general, por encima de lo que se llama la disciplina partidaria. Nunca renunció a su criterio individual.
Su partida deja, por tanto, un vacío pero también un ejemplo a seguir para el adecentamiento de la vida en la administración pública. Paz a sus restos y nuestras sentidas condolencias a sus familiares.