El atrevido oportuno

El escenario no podía ser más adecuado para cantarles nuestras verdades a los detractores de la República Dominicana, estaban reunidos en La Habana, Cuba, gobernantes de 33 países en la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños  (CELAC), aquel instrumento con el que el fenecido presidente venezolano Hugo Chávez, pretendió suplantar a la Organización de Estados Americanos (OEA), y librarse de la influencia de Estados Unidos en la región.

El primer ministro de San Vicente y Granadinas, sirvió al mandatario dominicano la oportunidad de hacer escuchar la campana dominicana, de la forma que mejor convenía a un país que ha tenido que soportar las infamias que se les ocurran a todos los hipócritas, que endurecen en sus respectivos países las medidas de control interno para evitar visitantes indeseados, pero que pretenden que República Dominicana mantenga de par en par las suyas, para que su Estado colapse como  el haitiano.

¿Y qué bueno que fue un atrevido con el que no estamos obligados a tragar insolencia el que provocó la reacción del presidente Danilo Medina, porque el mandatario dominicano pudo hablarle con la energía con la que se abochorna a un entrometido?

Si en vez de Ralph Gonsalves, se le hubiese tenido que responder a Nicolás Maduro, la respuesta habría sido menos agresiva, porque las relaciones con Venezuela tienen sus repercusiones en  dominicana.

Entonces al Gonsalves nos los pusieron los reyes a los que hemos tenido que soportar con impotencia la desconsideración a la que se ha expuesto a la RD, porque además es un enchinchador de campañas permanentes contra nuestro país, quien sabe si por el interés de afectarnos en el mercado de la exportación de bananos  en el que somos competencia de varias de las pequeñas economías caribeñas.

Ignoraba Gonsalves que el gobernante dominicano, ha sido el de la más larga prolongación de la luna de miel con sus electores, que año y medio después está mucho más encaramado en el aprecio de los ciudadanos que al momento de su llegada, que en todas las casillas, pese a que en su país hay desempleo, delincuencia y mucha miseria, tiene notas sobresalientes y en lo único que su pueblo no estaba muy conforme con él era en la percepción de que el Gobierno estaba consintiendo el irrespeto internacional.

Desde luego que el presidente aprovechó al chiquito para hacerse oír frente a algunos grandes y advertirles que el Estado de derechos en la República Dominicana impide al Ejecutivo desconocer una sentencia del Tribunal Constitucional, que los que sean capaces de pedirles cosas que impliquen eso lo exponen a un juicio político, pero además dejó claro que su posición no obedece a temor, sino a la convicción de que no merecería la presidencia de su país si acepta que se vulnere la soberanía que ha jurado defender.

Más categórico no podía ser su argumento frente a la mentira reiterada en muchos escenarios de que supuestamente se despojaría de la nacionalidad dominicana a cientos de miles de personas,  cuando precisó que a nadie se le puede quitar lo que no ha tenido y que todas las constituciones dominicanas desde 1929 establecen los mecanismos de adquisición de la nacionalidad.

 Lo que hace la sentencia al emplazar la ejecución del Plan Nacional de Regulación es rescatar del limbo jurídico en el que se encuentran millares de indocumentados haitianos  y  facilitar que se les dote del estatus que les corresponda.