Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
Muchas veces no entendemos que por estar tan absortos en nuestros propios logros, y no escuchamos a Dios que nos habla. Nosotros vivimos tan apurados que nos arrodillamos ante el Santísimo, le contamos nuestro problema y nos levantamos y enseguida nos vamos, y dejamos a Dios que nos está diciendo. Espera que yo te voy a contestar, pero es que vivimos tan de prisa que no queremos escucharle a Él.
Cuentan que una vez estaba un artista pintando un cuadro de un templo y con frecuencia daba unos pasos atrás en el andamio para contemplar su obra. Se encontraba tan absorto contemplando su trabajo, que no se había dado cuenta que se iba a caer en el suelo que estaba a gran altura del andamio.
Otro pintor, que era hermano de aquel, viéndolo en peligro y estando más alto que el, comprendiendo que una palabra podía apresurar su caída al suelo, arrojo una brocha sobre el cuadro que pintaba el otro que estaba en peligro de caer. El artista, sorprendido y enojado, violentamente se dirigió hacia adelante, salvándose así de una caída que hubiera sido mortal.
De la misma manera, Dios algunas veces destruye también las halagadoras esperanzas de nuestro corazón, para advertirnos el grave peligro en que estamos por causa del pecado, y para salvar nuestras almas.
Dios, en su misericordia, interviene para despertar nuestra conciencia dormida. A veces, El lanza su brocha contra el cuadro de nuestra vanidad para así salvarnos y demostrarnos que nos ama y que más que estar interesado en nuestros propios éxitos, Él está en nosotros como sus hijos.
La próxima vez que Su brocha manche nuestro cuadro, dale gracias a Dios, porque quizás te haya librado de caerte del andamio.
Termino con el Salmo 51, Verso 13 que dice: No me arrojes lejos de tu rostro, ni apartes de mí tu Espíritu.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.