SANTO DOMINGO. No valió el cierre total de las fronteras entre República Dominicana y Haití por espacio de tres meses. Tampoco el despliegue militar como demostración de fuerza. Todo eso convino a los intereses haitianos que querían construir el canal para extraer las aguas del río Masacre.
Mientras del lado occidental de la isla, la inmensa mayoría de la población aplaudió el derroche militar y el cierre fronterizo en respuesta a la acción unilateral haitiana. En el lado ausente de autoridad, la acción de Estado convirtió la terminación del canal en una causa nacional. La amenaza con cortar el abastecimiento de alimentos a un pueblo que conoce muy bien el hambre, no los amilanó. A partir de ese punto dejó de funcionar el diálogo.
Sectores haitianos respondieron al cierre de la frontera reforzando la entrega de fondos y recursos para la terminación del canal cuya intención es, según los promotores, llevar agua al valle del Maribaroux, una de las principales zonas agrícolas del país. Esta construcción sería solo la primera fase de un plan para alimentar con agua “donde quiera que la encuentren”, a todos los campos agrícolas de la zona norte del país.
El año pasado, Le Nouvelliste reportaba que a través de donaciones se habían adquirido en donaciones extranjeras más de 40,277 dólares, en capital interno en Haití unos 21.3 millones gourdes (moneda haitiana), además de contribuciones en especie por 1.3 millones gourdes. Mientras que muchos obreros e ingenieros haitianos donaron su trabajo para la conclusión de la obra.
Además del apoyo material, se sumó el de la población que marchó, hizo vigilias y defendió a uña y diente su obra.
Ante esta circunstancia, el Gobierno del primer ministro Ariel Henry, que mostró dos rostros. Uno ante la República Dominicana y otro para sus conciudadanos, fue dubitativo e incapaz y terminó conminado a apoyar la construcción.
A fin de cuentas, la ausencia de institucionalidad en Haití es el caldo de cultivo para que cualquier iniciativa carente de legalidad, pero con simpatía popular se imponga. Y el hecho de que todo esto ocurriera en la zona Norte, distanciada del alcance las bandas, permitió que los materiales de construcción fluyeran.
El accionar dominicano
El Gobierno dominicano entendió temprano, que no tenía los medios para detener la construcción del canal en Haití.
En la práctica decidió restaurar el canal La Vigía para abastecer a los campos de la zona noroeste del país. Desde esa óptica, el éxito de la estrategia se medirá en función de la capacidad que tenga La Vigía para llevar agua a los predios productivos.
La otra fase fue la de percepción. El Gobierno podía presentarse como derrotado ante su realidad o echar el pleito con su despliegue militar y el cierre del tránsito humano y de comercio. Así como el fortalecimiento de las acciones de deportaciones de haitianos.
La opinión pública le favoreció.
Sin embargo, una vez concluido el canal, habría que ver si ese éxito se mantiene en el tiempo. Y más importante aún, hasta mayo, si es que el tema haitiano sigue siendo importante.
No es coincidencia que justo cuando los haitianos anunciaban la terminación de la primera fase del canal, y el río Masacre se mostrara lánguido del lado dominicano, el Gobierno anuncie: “¡El canal de La Vigía está lleno de agua!”
Mirar el tema del canal solo desde el punto de vista político del momento sería un error. Las limitadas fuentes acuíferas que ambos países comparten; y la falta de agua en los pueblos fronterizos auguran a que este es apenas el primer conflicto de este siglo por el agua.
Por seguro no será el único, siendo una realidad la altísima escasez de agua que sufre Haití. No ayuda tampoco la presión hídrica de las provincias fronterizas. Montecristi y Valverde en el norte y San Juan, Bahoruco, Independencia, Barahona, Pedernales y Azua, en el Sur, son las provincias con menos disponibilidad de agua en el país.
Ya la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha advertido que muchos de los conflictos a futuros que se darán en el mundo serán por acceso al agua, es por esto que en el Día Mundial del Agua, fue “Agua para la Paz”.
La ONU advierte que “cuando el agua escasea o está contaminada, o cuando las personas tienen un acceso desigual o nulo, pueden aumentar las tensiones entre comunidades y países”, por lo que llama a los Estados que comparten fuentes acuíferas a crear acuerdos de colaboración que se respeten a través del tiempo.
Los acuíferos compartidos obligan a pensar en crisis futuras. Desde República Dominicana a Haití fluyen el Artibonito, Río Limpio, Mesomingo, Guayajayuco, Joca, Tocino, Yacahueque, Catanamatía, Macasía, Pedernales. En sentido contrario: el Blanco, el Libón, entre otros menores.