Introducción
1.- En los últimos días, con motivo de la presencia en el país de la enfermedad bacteriana cólera, y en particular afectando a varios habitantes del barrio Villa Liberación, Santo Domingo Este, he visto por televisión la deplorable situación cómo habitan algunos moradores de esa barriada.
2.- Hago mío el pesar de los citados indigentes habitantes, porque sé lo que significa no tener una adecuada casa para vivir, y mucho peor ocupar una por simple tolerancia. El caso de la especie me ha motivado a publicar el presente trabajo:
I.- Preocupación por la vivienda y dificultades en mi niñez
3.- Siempre he manifestado interés de que toda persona disponga para sí y los suyos de un alojamiento propio. Esta es una inquietud que definitivamente está vinculada a algunas angustiantes experiencias vividas en mi niñez y adolescencia, cuando mi familia vivía como una pelota de ping-pong, mudándose de un sitio a otro y siempre con los pocos trastos sobre la cabeza.
4.- Cuando mi madre llegó a la ciudad de Santiago de los Caballeros, desde la sección Palmarejo, en compañía de mi padre, se mudó en la habitación de una cuartería, para la época ubicada en la calle Duarte, hoy entre Pedro Francisco Bonó y Avenida 27 de Febrero. Ella pagaba tres pesos mensuales, por concepto de alquiler. En ese lugar nació mi finada hermana Monina.
5.- De esa cuartería de la calle Duarte, me contó mamá, ella, papá y Monina, se fueron a vivir a un bohío ubicado dentro de una finca del señor Cristóbal Bermúdez. La propiedad, en su totalidad, se extendía desde donde está hoy en Santiago el local del Partido Reformista, hasta más allá de la ahora avenida J. Armando Bermúdez, circundada por las hoy avenidas Bartolomé Colón y 27 de Febrero.
6.- Mis padres llegaron a ocupar esta vivienda, sin pago alguno, pero a cambio de que mamá, que había dado a luz a Monina, lactara a un nieto de Cristóbal Bermúdez, de nombre Fernando Bermúdez, luego conocido en Santiago, hasta su muerte, como “Fernandito El Catarey”. Precisamente, en esa vivienda, separada por una cañada, nací, el 25 de diciembre de 1938.
7.- En un momento dado, el señor Bermúdez, requirió que le desocupáramos la vivienda, y así lo hicimos. Mi padre logró que el director de Obras Públicas, en Santiago, nos dejara vivir, por condescendencia, en la segunda planta de una destartalada casa ubicada en la esquina sur de la calle España con avenida Las Carreras, donde ahora está el Ateneo Amantes de la Luz.
8.- A los pocos meses nos mudamos porque el espacio que ocupábamos sería utilizado como almacén de Obras Públicas. Luego de desocupar la propiedad de Obras Públicas, mi padre logró que nos dejaran vivir, de manera gratuita, en una casa-almacén propiedad del Ferrocarril Dominicano, empresa para la cual laboraba.
9.- La vivienda estaba localizada al lado del cementerio de la 30 de Marzo, a pocos pasos de donde ahora está la estación principal de los bomberos de Santiago.
10.- A los cuatro o cinco años de estar viviendo en la vivienda del ferrocarril, por fin, alquilamos por RD$25.00 pesos mensuales, la segunda planta de una casa situada en la calle 27 de Febrero 129.
11.- Luego, al no poder seguir pagando el alquiler, nos mudamos a la casa 86 de la calle General Valverde, y de ahí a la número 157 de la Salvador Cucurullo.
II.- El regalo de una casa para mamá y mi tío Manuel
12.- No tener un techo propio donde vivir, observar a mamá angustiada cada vez que teníamos que mudarnos en estado de desesperación, verla recoger los escasos ajuares de que disponíamos, casi siempre los mismos: una tinaja, cuatro catres, una pequeña cama, dos o tres sillas de guano y cinco o seis platos, algunas cucharas, mosquiteros y sábanas, todo esto fue fijándose en mi conciencia en una forma de tragedia.
13.- Los pesares que se reflejaban en el rostro de mamá me acompañaron en lo adelante. Se fueron fijando en mi mente; andaba con la aflicción de mi madre para todas partes, los padecimientos de mi progenitora me mortificaban.
14.- Llegué a sentir tanto la situación de las constantes mudanzas, los traslados de un bohío a otro, que una vez comencé a ejercer mi oficio de abogado, mis primeros ahorros los destiné para comprar una casa y regalársela a mamá y a mi tío Manuel, un hermano suyo que fue para mí, mis hermanas y hermano, un verdadero padre.
III.- Nacimiento de Jordi, pero sin casa propia. La casa de los Jardines y la de La Zurza. La casa de todos
15.- Pero, al parecer, la no posibilidad de disponer de un alojamiento seguía siendo para mí como una especie de maldición gitana. Al momento de nacer mi hijo José Jordi, Carmen y yo, no disponíamos de una vivienda, lo que motivó que ellos dos –Carmen y Jordi– se alojaran en la casa de la familia Evertz Henríquez, gracias a la generosidad de mis amigos, los esposos Manuel Evertz Cabral y Pura Henríquez de Evertz, con la fina diligencia y atención de uno de sus hijos, mi compadre Quique Evertz.
16.- Con el tiempo, Carmen y yo adquirimos una pequeña vivienda en los Jardines Metropolitanos de Santiago, donde nacieron Ho Chi, Yury y Alexei. En esta casa, por fin, terminó mi tormento de inseguridad de habitación.
17.- La vida nos permitió, a mi finada compañera Carmen y a mí, construir en Santiago, en la Urbanización La Zurza, una casa que sirvió como escenario de actividades cívicas, culturales y políticas. En ella se realizaron charlas y conferencias, se exhibieron películas, se elaboraron programas de organizaciones y partidos políticos, se dieron cita hombres y mujeres de todos los continentes para intercambiar ideas, elaborar proyectos revolucionarios, en fin, en nuestra casa, se llevaron a cabo cenas-recepciones para recaudar fondos para las causas liberadoras de muchos de los países oprimidos de los diferentes países.
Ideas finales
18.- Nada difícil me resulta interpretar el estado de pesar que acompaña a las familias afectadas por el cólera en los lugares de extrema pobreza, circundantes al barrio Villa Liberación, porque en los primeros años de mi vida sufrí lo que es la miseria y sus nefastas consecuencias.
19.- Las condiciones de insalubridad y en general la falta de servicios públicos, que hoy padecen muchos de los habitantes en Villa Liberación, Santo Domingo Este, es la expresión del estado de pobreza que padece una gran parte de la población dominicana. La desigualdad no debe seguir siendo el modo de vida de la mayoría del pueblo dominicano.
20.- Corresponde a las mujeres y hombres sensibles del país, luchar por eliminar las trabas que condenan a amplios sectores de nuestro pueblo a vivir en la marginalidad, como los que sufren en Villa liberación, hoy víctimas del cólera.
21.- El ejemplo de lo que es una amarga existencia del ser humano, no debemos aceptarla con indiferencia, y los atacados por el cólera en Villa Liberación, prueban ser símbolo de la más horripilante miseria.
22.- Comportarse tolerante ante el sufrimiento de connacionales que carecen de lo indispensable para una vida digna, para cualquier ciudadano o ciudadana, debe constituir una deshonra, algo bochornoso, una afrenta.
(Datos extraídos del libro de mi autoría: Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos. Páginas desde la 32 hasta la 35)