El Conep y el PRD

Los empresarios deberían ser más activos, si no en la participación, al menos en presiones, seguimiento, críticas y propuestas para que en República Dominicana mejore la calidad de la política partidaria, pues en esa misma medida aseguramos mayores niveles de institucionalidad y certidumbre en las políticas públicas.

Elementos que definen la cualificación política pueden ser el transfuguismo, las escisiones y la corporativización

a lo interno de los partidos, así como la vocación por la generación de riquezas malhabidas sobre la base de prácticas aberrantes.

La aniquilación de la oposición es otro aspecto clave porque equivale a dejar a la sociedad huérfana, sin contrapeso ni vigilancia y a merced de las decisiones de una élite gobernante con la tentación de imponer criterios unilaterales en la dirección del Estado.

Fue en ese contexto que interpreté el pronunciamiento –y la puesta en escena de acercar a dos perredeístas acantonados en bandos paridos por la división- del nuevo presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), Rafael Blanco Canto.

En algunos medios el enfoque –probablemente condicionado por la ausencia de un discurso del Conep mejor estructurado o por la pobreza del universo político-cultural del narrador periodístico- reflejaba una cúpula empresarial dando signos de “perredeización.”

No pocos amigos y allegados me expresaron su alarma ante un ejercicio público poco común en el empresariado tradicional. Un joven líder de la dirigencia empresarial me advirtió –con razón de más- que la lectura mediática del pronunciamiento del Conep debe ser más integral.

En otras palabras, me invitaba a comparar todos los enfoques para determinar el cúmulo de “sopita” o de sazón que alteraba la semántica del presidente del Conep.

Al margen de esos detalles, creo que los generadores de empleos e impulsores de las inversiones que multiplican las riquezas deben apostar por una práctica política que haga a este país institucionalmente viable. Esto supone como contraparte una ética empresarial que no admita o justifique a los corruptores, avivatos y oportunistas corporativos.