Las elecciones nacionales estaban programadas para esta temporada; meses antes, el coronavirus, inesperadamente, hizo su entrada al escenario. Ha obligado a quedarse en casa; parecería que llegó con la firme decisión de serenar el espíritu y que con objetividad se ponderen los líderes, sus acciones, valores; invita a evaluar los candidatos, a votar sin fanatismo político.
Efectivamente, el pueblo, recluido en sus hogares, ha reflexionado mucho sobre el valor de la familia y los problemas sociales; ha visto que la naturaleza, arboles, ríos, mares, se mantienen firmes; con flores, frutos, agua fresca, cielo azul, sol ardiente; todavía se escuchan los pájaros cantar, las aves volar, la brisa golpear el rostro. Las personas toxicas, ambiciosas, insensatas y demagógica, no han podido destrozar ni contaminar todo el ambiente. Hay esperanza de bienestar.
En la medida que busquemos lo mejor de la comunidad, del YO interior y actuemos con criterios normativos, no personales, pensando en el bien común, tendremos armonía en el mundo, la humanidad será más feliz. Cuando se desarrollan eventos horripilantes, producto de injusticia social, conductas que agreden la naturaleza, contaminan el aire, mal usan los recursos, el enojo divino se deja sentir. Con el coronavirus le ha dado un pellizco a la humanidad; quiere que despierte, la invita a evaluar la vida, la familia, el prójimo , la sociedad y que con valentía , sea protagonista de su destino. Hay millones de afectados y miles de muertes en el mundo, pero la firmeza de la naturaleza es señal de que podemos superar los males. Dios observa.
Desde la mecedora de mi abuelo, reflexiono al respecto. Los gobernantes del mundo no han podido detener la pandemia; no existe medicina. ¿Para que el poder y la riqueza material? El mensaje conduce a lo espiritual, a lo humano, la igualdad. Necesitamos elegir dirigentes que vayan por esa ruta; que amen el bien común, la justicia social, los pobres. Urge que el Estado defina bien la estrategia de un sistema económico- social, de salud y educación confiable, para tener ciudadanos conscientes del valor de la vida, actuando en buena lid.
La vida es corta; los años pasan con rapidez. Lo más valioso es la paz interior, compartir, disfrutar sin hacer daño, dejar huellas positivas. Todo queda. Las oportunidades deben facilitarse. Da tranquilidad, ayudar el prójimo; elegir gobernantes que piensen en el bienestar colectivo. Sueño que algún día, la famosa estrategia de los partidos políticos sea en base al respeto, no al engaño; duele ver demagogos, retorciendo las ideas para confundir los débiles.
No es por azar que el coronavirus ha invadido el escenario de las elecciones; parecería que el plan divino es que observemos con objetividad los candidatos. Hoy, los líderes que retuercen la verdad para obtener el favor del pueblo sienten pánico al pensar que el confinamiento por la pandemia haya mermado el fanatismo y llevado a la reflexión profunda, cambiando el sentir de sus incondicionales. Indiscutiblemente, la pandemia en la campaña es un elemento interesante que hace impredecible los resultados de estas elecciones.