Con ambiguos ataques a la repartición de cajas navideñas gubernamentales, los defensores del candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Hipólito Mejía, hacen exactamente lo contrario a lo que deberían hacer si su objetivo es captar votos de la pobreza de cara a las elecciones del 20 de mayo de 2012.
Unos, pretendidamente racionales en tiempo de dominio de las emociones, fustigan tal práctica, calificándola como atropello a la dignidad humana, además de bochornosa y extemporánea. Otros solo critican el método de entrega y mandan a la gente buscar los regalos sin comprometer el voto.
Nada más grave que estas dos visiones contradictorias aireadas día a día a través de los medios de comunicación. Sobre todo porque los oficialistas mandan un mensaje unificado de alto impacto: los pobres merecen celebrar su cena de Nochebuena.
Obvio que en términos de acción y de discurso propagandístico, el Partido de la Liberación Dominicana y aliados lleva la delantera. No tanto por su pregonado “amor” por los carenciados, sino por su apelación implícita al enraizado sentimiento de mendicidad y de conformismo, sembrados hace décadas por el poder para poder justificarse y, por conveniencia, abonado por los políticos tradicionales.
Por la ley de Zipf (o del menor esfuerzo), los públicos mediáticos optarán por el mensaje menos problemático para ellos. Y por un simple principio de selectividad, escogerán las propuestas que, según ellos, coincidan con sus intereses. Intereses que, en la coyuntura actual, están representados en aquello que para otros, desde la razón o desde la pose retórica, es un espectáculo denigrante.
El gran pensador e innovador en gerencia del poder, Nicolás Maquiavelo (1469-1527) sigue siendo referencia cuatro siglos después. “Los seres humanos son tan simples de mente y están tan dominados por sus necesidades inmediatas que quien desea engañar siempre encontrará muchos que están listos para ser engañados… las masas se dejan impresionar siempre por la apariencia superficial de las cosas y por los resultados de una empresa. Y el mundo no consiste en otra cosa fuera de las masas; los pocos no tienen influencia cuando los muchos se sienten seguros” (El príncipe, Cap. 18, citado por James E. Combs y Dan Nimmo en Nueva Propaganda). Y en el capítulo 25, el gobernador de Florencia citado, establece: “Una gran parte de la humanidad queda satisfecha con las apariencias, como si éstas fuera realidades y con frecuencia están más influidos por las cosas que parecen”.
Combs y Nimmo son contundentes: “Es el interminable juego de la imaginación política o de la fantasía imaginativa, en vez de la razón, lo que constituye la materia prima de la política”. Citan a K. R. Minogue: “La actividad política es así. No la copia de cierto orden racional, ni el establecimiento de una creencia consensuada sobre los fines del orden publico. Es simplemente una continua y cambiante concordancia de la imaginación pública, y el objeto de la política es mantener esa concordancia por todos los medios posibles”.
Las cajas navideñas que entrega el gobierno dominicano no son solo unos cuantos productos alimenticios. La manera de distribuirlas y el barullo que se arma no son fortuitos. Son pura propaganda en un tiempo cuando las emociones de millones de dominicanos y dominicanas están en su máximo nivel.
Quien haya escogido el camino del pragmatismo político vernáculo debería preferir el silencio si carece de opciones diferentes al deleznable jolgorio que se arma con las cajitas navideñas.
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