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El derecho al olvido: ¿realidad o estafa?

Enfoque

Si lo que se busca es limpiar un nombre, la vía no es desaparecer la historia, sino completarla con justicia

Benjamín Morales M.
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En los últimos tiempos, un nuevo «negocio» ha surgido en el ecosistema jurídico dominicano: abogados que ofrecen, a cambio de sumas considerables de dinero, «eliminar» noticias o registros periodísticos que afectan la reputación de personas. Prometen borrar de la internet cualquier rastro de arrestos, acusaciones o escándalos, como si la historia pudiera reescribirse con un cheque.

Pero aquí hay una verdad incómoda: los hechos no se borran.

El derecho al olvido, tal como se ha malinterpretado en algunos círculos, no es una varita mágica para desaparecer lo publicado. La historia, por incómoda que sea, queda registrada en el archivo colectivo de la sociedad. Lo que sí existe —y es lo único ético y jurídicamente procedente— es el derecho a aclarar, contextualizar o actualizar una información, siempre que medie una resolución judicial firme que así lo amerite.

Es decir, si alguien fue arrestado o acusado, pero luego un tribunal lo declaró inocente por falta de pruebas o error procesal, lo justo es que, al pie de la noticia original, se agregue una nota de cierre que indique: «El señor X, tras un proceso judicial, fue declarado inocente de los cargos que motivaron esta publicación». Eso es transparencia. Eso es justicia.

Pero lo que no puede permitirse es que, bajo el argumento del «derecho al olvido», se pretenda eliminar noticias como si nunca hubieran existido. Eso no es más que censura disfrazada, y peor aún, un lucro indebido a costa del desconocimiento y la desesperación de las personas.

Hay que decirlo claro: ningún abogado serio garantiza que una noticia desaparezca de internet. Quien lo promete está, en el mejor de los casos, malinterpretando la ley o, en el peor, engañando a sus clientes.

Los medios de comunicación tienen el deber de informar, pero también de rectificar cuando sea necesario. Lo que no tienen es la obligación de hacer como si el pasado no hubiera ocurrido.

La solución no está en borrar, sino en cerrar ciclos con la verdad. Porque al final, como bien dice el refrán: «Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña». Si lo que se busca es limpiar un nombre, la vía no es desaparecer la historia, sino completarla con justicia.

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