El domingo 16 de agosto vi en la
televisión a un presidente hablando claro, conciso y contundente sobre los
principales problemas económicos, políticos y sociales que tiene el país, sin
rodeos, sin mediatintas, sin demagogia, sin odio ni sentido de retaliación,
sereno, seguro de sí mismo, verdaderamente empoderado. Habló un estadista, no
un político demagogo tratando de engañar al pueblo.
Me gustó. Habló de temas que domina
por su propia formación académica y por su práctica cotidiana. Trato la
situación económica; no olvidemos que es economista; abordó la cuestión del
turismo, recordemos los negocios familiares en esa área, la educación, a la
cual ha estado vinculado por años a través de la universidad fundada por su
padre José Rafael, entre otras cuestiones que ha estudiado y compartido con los
técnicos y especialista que hoy forman
parte del Gabinete. La improvisación no estuvo presente en la pieza oratoria.
El discurso, de menos de una hora,
fue fluido, certero, sin grandes equivocaciones en el manejo de cámara. La
lectura fue fluida, incluso amena. El lenguaje corporal excelente. Mientras lo
veía pensé en lo mucho que se había superado. Si lo comparamos con sus inicios
como candidato hace más de ocho años, veremos que se superó enormemente. El Luis Abinader presidente de la República
no es el Luís de sus primeros años: creció, maduró, aprendió. ¡Realmente ese
hombre se preparó para ser presidente! (Apenas tiene 53 años)
He participado fortuitamente en dos
reuniones importantes: una con el gabinete de salud, y la otra con el de turismo. En ambas he quedado gratamente
sorprendido al verlo compartir ideas, experiencias y actitudes. Escucha con
atención, toma nota, interviene juiciosamente, acoge las ideas de sus técnicos
y profesiones, acepta con agrado la disensión, procura tomar decisiones por
consenso. Los funcionarios por igual hablan con franqueza, enfrentan las ideas
con un alto sentido democrático.
El presidente satisfizo la población
tanto con el discurso como con la mayoría de las designaciones, principalmente
la de la Procuradora, magistrada Mirian Germán, que fue resarcirla moralmente
ante los atropellos de que fue víctima por el Consejo Nacional de la
Magistratura por orden expresa del entonces presidente Danilo Medina. (Esa
decisión de atropellar a una mujer buena, decente, trabajadora y capaz, no fue
adoptada por Jean Alan, ni por Mariano Germán. Ninguna de los dos tenían el
poder para ello) Colocar a la magistrada Yeni Berenice, como segunda a bordo,
igualmente fue certera. Ambas (dos mujeres del carajo) harán una gran labor en
beneficio del sistema de justicia. ¡Ya lo verán!
El presidente Abinader fue claro y
contundente sobre el tema judicial. No tolerará la corrupción. El funcionario
que cometa alguna indelicadeza o
corrupción será cancelado y sometido a la justicia. Igualmente no habrá
impunidad. El que se robó los dineros del pueblo tendrán que pagar por ello.
¡Un palo! (Propongo que Jesús Félix vuelva al departamento anticorrupción)
En cada uno de los temas, como los de
la salud y la educación, fue igualmente contundente y sin ambages. Espero que
todas sus promesas y propuestas de solución a los grandes problemas que afronta
la nación, se cumplan aun en medio de las dificultades. Necesitará –como ya he
dicho- del concurso y la paciencia de todos los dominicanos, sobre todo de los
que más tienen, porque el sacrificio no puede seguir siendo sólo de los de
abajo.
Pocas veces la opinión pública ha
coincidido en calificar como bueno y válido el discurso de un presidente de la
República como en esta ocasión. Me sumo jubiloso a los aplausos y al orgullo
de haber contribuido mínimamente, como muchos otros, con su victoria.