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El drama de nuestra juventud

El drama de nuestra juventud requiere atención inmediata y soluciones prontas y efectivas.

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Que el 52 por ciento de la población  de menos de 26 años en capacidad laboral se encuentre privada de empleo, cifra tres veces y media  mayor que el promedio de desempleo nacional establecido en un 15 por ciento, ofrece una prueba palpable y contundente del grave drama que enfrenta nuestra juventud.

Son los llamados Ni-Ni, los que ni estudian ni trabajan, pero que además en su gran mayoría carece de competencia profesional y destrezas que les permita acceder al mercado laboral con posibilidades de obtener una plaza de trabajo con un salario digno con el que subvenir a sus necesidades.

Si nos detenemos por un momento a repasar las informaciones de la llamada crónica roja donde se reseñan los delitos que a diario divulgan los medios de prensa, nos percatamos de que en su mayoría son cometidos por adolescentes y jóvenes de corta edad. Son también ellos los que integran las bandas barriales, que controlan el micro-tráfico, asaltan, atracan y mantienen sus vecindarios en estado de temor y permanente zozobra.  Son ellos igualmente los que, provistos de armas de fuego,  no temen hacer frente a las autoridades cuando llega el caso.

Las razones de este comportamiento anti-social son varias.  El desvío conductual de nuestros jóvenes que impulsa a muchos por el camino torcido del delito, tiene una raíz multi-causal, donde confluyen diversos factores adversos.

Muchos si no la mayoría proceden de hogares disfuncionales,   donde se resiente la ausencia de la autoridad paterna, cuando no total desinterés por su formación y futuro consecuencia de  una paternidad irresponsable; en más de la mitad, está presente la violencia intrafamiliar; por lo general, acusan un pobre e nivel educativo y una total  carencia de educación en valores. Es un conjunto de  elementos proclives a desarrollar conductas antisociales, agravado por la carencia de oportunidades de empleo que les permita ganarse la vida honradamente.

Demás significar que el  hecho de disponer de un trabajo retribuido no constituye por si solo la clásica vara mágica que resuelva el cada vez más masificado y complejo drama de nuestra juventud.   Pero si es más que evidente que  la falta del mismo, resulta uno de los elementos de mayor incidencia en el desvío conductual que se aprecia con mayor frecuencia entre nuestra población joven y  contribuye a conducirla por los derroteros de la delincuencia y  la criminalidad a la búsqueda desesperada de satisfacer sus necesidades  y anhelos estimulados por el vehemente deseo de insertarse en una sociedad que ha hecho un estilo de vida la práctica del mas desaforado consumismo.

El drama de nuestra juventud requiere atención inmediata y soluciones prontas y efectivas.

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