En mi infancia disfrutaba de la historieta de una marioneta denominada Pinocho que al mentir le crecía la nariz. Recuerdo que cuando a una persona le decían tiene la nariz de Pinocho se ofendía, porque la consideraban mentirosa. Muchos utilizan la mentira con el fin de ocultar algo incorrecto, pero si son descubiertos tienen que cargar con una gran vergüenza, si es que la tienen.
Cuando recordaba esto me reía por la cantidad de pinochos que tenemos en nuestro entorno, entre los que figuran distinguidos políticos y líderes religiosos de distintos credos, que hacen promesas a sus seguidores y no las cumplen, pero aunque sus narices no se les alargue literalmente, pero se les calienta como un anafe o se les enrojece como un tomate maduro.
De acuerdo a la historieta, Pinocho, la pequeña marioneta de madera que quería ser un niño de verdad tenía un problema adicional: no podía mentir. Cada vez que intentaba decir una mentira, pequeña o grande, su nariz crecía y crecía, y Gepetto, su creador, siempre le descubría. Al parecer, después de todo, el cuento del italiano Carlo Collodi tenía algo de razón. La nariz delata a las personas cuando mienten. No crece, pero sí cambia de temperatura.
Esto es lo que han descubierto dos investigadores de la Universidad de Granada y lo han denominado el «efecto Pinocho». Cuando una persona miente la temperatura de la nariz aumenta o disminuye, así como también varía su temperatura corporal en la zona del músculo orbital, en la esquina interna del ojo.
La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar. El Señor Jesucristo denuncia en la mentira una obra diabólica: “vuestro padre es el diablo…porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8:44).
Nos hacemos daño cuando mentimos. En Efesios 4:25 leemos: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”.
El noveno mandamiento prohíbe la mentira. Éxodo 20:16, “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. Dios aborrece la mentira. Veamos lo que dice Proverbios 12:22, “Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento”. Los mentirosos están excluidos de la presencia de Dios. Está en la Biblia, Salmo 101:7, “No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos”.
Mentir es no asemejarse a Cristo. En Colosenses 3:9-10 el apóstol Pablo nos advierte: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”.
Afortunadamente, si nos arrepentimos, si reconocemos que somos mentiros y tenemos sincero propósito de enmienda, Dios perdonará los pecados. 1 Juan 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Y es perfectamente apropiado para Dios hacer esto por nosotros porque Cristo murió para limpiar nuestros pecados.
Pidamos a Dios que nos dé sabiduría y nos enseñe sus caminos para no caer en el pecado de la mentira. La mejor forma de luchar contra nuestra tendencia a pecar mintiendo es reconocer, como dice Pablo en 2 de Corintios 10:5 que debemos llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
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