Redacción internacional.- Todo empieza con una pregunta: ¿por qué ciertas personas, aparentemente sanas, pueden verse afectadas por problemas cardíacos? El estrés y los excesos cotidianos son algunas de las respuestas. Y es en este escenario que el corazón, uno de los órganos más nobles y misteriosos de nuestro cuerpo, cobra protagonismo.
Es conocido que el cerebro maneja emociones y pasiones; sin embargo, el corazón tiene un rol clave: es el resonador de todos los sentimientos. Es decir, tiene una capacidad única para captar las distintas emociones y se activa con los impactos, tanto positivos como negativos. Desde la alegría a la tristeza, cerebro y corazón no funcionan aislados. Pero volvamos a los problemas cardíacos.
“Una emoción negativa no resuelta podría ser el componente para que se desencadene un evento cardiovascular”, dijo el cardiólogo Martín Lomardero (MN 79.096) en diálogo con Infobae. “El corazón está íntimamente ligado al cerebro y a una conciencia única”, señaló y agregó: “El corazón es el órgano que más información le da al cerebro y esta información, en algunas ocasiones, se da en un instante previo a que el cerebro la decodifique. Entonces, existiría evidencia que el corazón parece recibir información intuitiva antes que el cerebro”.
La hipertensión, los infartos, el síndrome cardio-metabólico, entre otras, son algunas de las enfermedades cardiovasculares relacionadas a los estados emocionales negativos.
Lombardero es miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), cuenta con una vasta trayectoria en imagen cardiovascular y reconocida experiencia académica, y acaba de publicar el libro El corazón es consciente. Puedes cambiar tu destino cardiológico. En sus páginas parte de historias de pacientes reales que sufrieron una enfermedad cardíaca sin esperarlo. Según el experto, el destino cardiológico es reversible.
¿Cuáles son las señales que el corazón envía como mensaje? ¿Qué decisiones conscientes se pueden tomar para proteger la salud cardiovascular? Son algunas preguntas que plantea el cardiólogo para comenzar a pensar en la unidad integradora mente-cuerpo-cerebro.
Antes de presentar su libro en la Feria del Libro de Buenos Aires ― el sábado 4 de mayo a las 19 en la sala Adolfo Bioy Casares― Lombardero aseguró que “el corazón es consciente porque está ligado a una conciencia única y sufre los estados emocionales negativos que la mente crea”. Y profundiza en la siguiente entrevista.
―En su libro El corazón es consciente dice que el corazón tiene cerebro ¿por qué?
―Hay evidencias científicas de que en el corazón existirían neuronas, aunque no de la forma de las neuronas de nuestro cerebro. Estas neuronas son parte de la vía nerviosa que comunica el corazón con el cerebro. Habría evidencia de que existirían 40,000 neuronas en el corazón y esto tiene que ver con la percepción y la intuición, pero no con el razonamiento. El corazón tiene un cerebro intuitivo.
―¿Cómo sería?
―La razón siempre está en la mente, así como los miedos que tenemos y nos inventamos que están en la mente que, a su vez, repercuten en el corazón. La mayoría de los estados emocionales negativos tienen como factor común el miedo: a la pérdida, a que el otro sea mejor, a que me dejen, a la enfermedad, al mañana, etc. El corazón envía información intuitiva al cerebro y, a la vez, sufre el miedo de la mente. Somos los únicos animales que tenemos traumas del pasado y miedo al futuro, y eso nos aleja del presente. El resto de los animales vive el presente.
―¿Cómo afectan los estados emocionales negativos como el enojo, la culpa, la pérdidas y el estrés al corazón?
―Por ejemplo, la pérdida tiene como base el miedo, que nos genera un estado de alarma permanente (vía cortisol), similar al estado de alarma que teníamos frente a un depredador hace miles de años. La respuesta del cuerpo es siempre la misma: se activa el sistema simpático, que es nuestro sistema de alerta. Es importante que entendamos que es la misma respuesta que teníamos frente a un depredador (¡muy de vez en cuando!) hace miles de años y que hoy la tenemos establecida de manera permanente, día a día, por el estrés que vivimos en la sociedad actual, que es el depredador del siglo XXI.
―¿Por qué?
―Una emoción negativa instalada puede ser el gatillo de un evento cardiovascular que está latente. La raíz de muchas de las enfermedades más prevalentes que sufre el ser humano es inflamatoria. El estrés genera que se prenda el sistema de alarma en forma suave y crónica. Y es lo suficientemente importante como para activar una inflamación crónica sistémica, un aumento del estrés oxidativo (que son los productos de degradación de la formación de energía y son dañinos cuando sobrepasan un cierto límite) y un redireccionamiento de la energía hacia los sistemas de alarma en detrimento de los órganos que realmente la necesitan. Entonces cae la inmunidad, que es la policía del cuerpo, y que va a estar cansada cuando realmente tenga que combatir con un virus, una bacteria o un hongo. Y a su vez la inflamación que genera el estrés crónico va a generar enfermedades inflamatorias como la ateroesclerosis, que genera a su vez, el infarto de corazón o de cerebro.
―En el libro hace referencia a la situación argentina en 2001 y la relación con el mayor crecimiento de la mortalidad por cuestiones cardiovasculares, ¿qué hacer frente a un contexto de angustia para evitar el mal cardíaco?
―Los argentinos estamos bastante acostumbrados a vivir en crisis económicas y fuimos el primer país que demostró un exceso de mortalidad por una crisis económica, en este caso fue la del año 2001. Hay dos causas por las cuales se le atribuyó el exceso de mortalidad: la cuestión de infraestructura y de insumos que caen en las crisis económicas, y, lo más importante, el estado emocional negativo y de depresión global que hubo ese año.
―¿Qué consejos puede dar para afrontar una crisis económica y preservar la salud cardiovascular?
―Es difícil dar un consejo pero uno puede mirar una situación de una manera muy negativa y amargarse (el corazón sufre) o encontrarle el lado positivo (el corazón entra en armonía y no sufre). De eso se trata: de mirar las cosas en perspectiva, desde otro ángulo, valorando cosas tan importantes como el tiempo y la salud. La revalorización de las cosas realmente importantes ayuda mucho a paliar mentalmente una crisis económica.
―¿Podemos cambiar nuestra realidad cardiovascular y mejorarla? ¿Cómo?
―¡Claro que si! ¡Somos partícipes de nuestro propio destino! Es cierto que hay imponderables, situaciones que son inmanejables. Tenemos mejores medicamentos y técnicas de intervención cardiovascular y la gente sigue muriendo igual de muerte súbita a mediana edad (50 años de promedio), donde el estrés es el factor común. A partir de la toma de consciencia ya comenzamos a bajar el riesgo. También trabajando en la prevención de los aceleradores de la enfermedad ateroesclerótica como la hipertensión arterial, el sedentarismo, la mala nutrición, el sobrepeso, el tabaquismo, entre otras. Además, tenemos que enfocar en gobernar nuestros estado emocionales y bajar el estrés crónico, por ejemplo, con la meditación. Así podemos entonces cambiar nuestro destino cardiológico.
―¿Qué hábito podemos incorporar en nuestra vida cotidiana para bajar la inflamación sistémica crónica?
―Una de las claves para bajar la inflamación sistémica crónica que genera el estrés es el ejercicio. El ejercicio demostró ser la mejor píldora para bajar la mortalidad cardiovascular y de otras enfermedades inflamatorias. La acumulación de estrés en el cuerpo hace daño y la forma de liberarlo es a través del ejercicio. El entrenamiento moderado y constante es la mejor píldora y está al alcance de todos aquellos que no tengan una incapacidad física.
―La palabra energía está muy presente en el libro ¿cuál es la relación con el corazón?
―Todo es energía y somos un punto de energía cósmica con efímero paso en un Universo cuyo sentido del tiempo es muy relativo. En el último capítulo del libro, comparo el macrocosmos con el microcosmos, intentando demostrar que no hay diversidad. Los átomos son los mismos. Es la combinación de átomos la que generó la vida en la Tierra. Somos el único punto de energía que tiene consciencia del Universo. Todo nuestro cuerpo se mantiene vivo a través de la generación de energía de los cientos y miles de mitocondrias que existen en cada una de nuestras células. Uno de los órganos que más mitocondrias tiene en cada célula es el corazón, cuyo campo electromagnético es el más importante del cuerpo. Millones de células transmiten un impulso nervioso a través de un gradiente eléctrico que se genera en los potenciales transmembrana de cada una de las células cardiacas.
―¿Qué significa esto?
―Si usted multiplica la cantidad de mitocondrias que hay en cada célula por la cantidad de células que tiene el corazón se va a dar cuenta de la infinidad de centrales eléctricas que tenemos para que nuestro corazón eyecte de 5 a 6 litros por minuto de sangre, que es toda la cantidad de sangre que tenemos. Es decir, en un minuto la sangre da vuelta por todo el cuerpo y cada glóbulo rojo de los 25 billones de glóbulos rojos que tenemos, viajan en un minuto por todo nuestro cuerpo. Todo gracias a la energía del corazón, el gran generador de electricidad para que la sangre circule. El corazón y el cerebro son los dos órganos con mayor campo electromagnético de nuestro cuerpo. Y estarían comunicados también a través de ese campo electromagnético.