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28 Marzo 2024

El general de la transición democrática

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Ayer protegí celosamente nuestro ecosistema. Hoy a mis 92 años te invito a convivir en armonía con nuestro planeta. Aunemos esfuerzos”. Con este texto escrito sobre una bolsa de tela se hizo presente el mes pasado entre sus amigos el general de la transición democrática. En un lado de la bolsa el militar inspecciona manglares, del otro el ciudadano en mangas de camisa se rinde ante la belleza de unas orquídeas.

En la pasada Navidad le visité y quedé impresionado por el esfuerzo que hizo para comunicarme sus sentimientos, pero las cuerdas vocales se negaron a obedecerle y pude percibir el asomo de una lágrima, testimonio de que todavía mantiene alerta sus facultades cerebrales. Pero sin duda que se está agotando el general.

Lo evoco en aquellos días de la transición democrática de 1978 cuando como secretario de las Fuerzas Armadas del gobierno del presidente Antonio Guzmán le correspondió la responsabilidad de iniciar la profesionalización de los militares, sacándolos de la actividad política donde los había instrumentado Joaquín Balaguer.

El general Rafael Adriano Valdez Hilario entregaba bandejas de despedida a aquellos duros militares que encarnaron el poder represivo de los doce años, con firmeza y serenidad, consciente del histórico papel institucional que le tocaba desarrollar. No había en él prepotencia ni provocación, pero tampoco titubeos ni temor.

A fin de cuentas ya había pasado por coyunturas difíciles, como la del ajusticiamiento de Trujillo, cuando fue apresado, torturado y puesto en retiro por su amistad con el entonces secretario de las Fuerzas Armadas, Pupo Román, involucrado en el tiranicidio. Sería reivindicado por el general Rodríguez Echavarría a quien se unió en la jornada del 19 de noviembre de 1961 que liquidaría los remanentes de la tiranía.

Lo había conocido someramente a principios de los setenta cuando tomó muy en serio su designación como director del Instituto Agrario Dominicano y se comprometió con la aplicación de las leyes que reivindicaban al agricultor, impulsando asentamientos arroceros que todavía hoy representan el mayor éxito del agrarismo dominicano.

Pero fue en la transición democrática que lo conocí y aquilaté. Nos acercó la circunstancia de que el diario El Sol, que yo dirigía, lo salvó del retiro maquiavélico que le trataba de imponer Balaguer unos días antes de la juramentación de Guzmán, cuando trascendió que sería el secretario de las Fuerzas Armadas del nuevo régimen. Una denuncia firme y oportuna le permitió asumir el cargo y cumplir un rol estelar.

No entendí por qué fue relevado del cargo apenas año y medio después. Pareció que no se prestó a las trapisondas que se impulsaron desde el Palacio Nacional para reducir el liderazgo de José F. Peña Gómez, cuando ya algunos vislumbraban que sería un obstáculo al continuismo. Con la dignidad que le caracterizó en su carrera militar de cuatro décadas, Valdez Hilario solicitó al presidente que lo pusiera en retiro, en atención a la ley orgánica de las Fuerzas Armadas y considerando que había cumplido su misión.

Don Adriano fue dos veces embajador en Haití y otra en Chile y sus últimas funciones públicas fueron de diputado por dos períodos consecutivos, entre 1994 y el 2002 en representación del Partido Nacional de Veteranos y Civiles.

Como prueba de su nobleza queda la carta que dirigió al presidente Hipólito Mejía en mayo del 2003 encareciéndole la reivindicación de los militares que asumieron en 1965 la defensa de la Constitución y la soberanía nacional, aunque él fue del bando contrario “obedeciendo designios ideológicos y de dominación”.

Ahora que todavía está consciente debemos reconocer a don Rafael Adriano Valdez Hilario proclamándolo como el general de la transición democrática nacional.

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