Zygmunt Bauman declara que “…las normas éticas están en crisis total porque lo que prima ahora es la competencia”, de ahí plantea grandes dificultades que la modernidad supone para la cohesión social. Por otro lado, Delors Reig nos demuestra que hoy somos más sociables que nunca, pero esa sociabilidad, característica de la condición humana tan indispensable para vivir como colectividad, ha cambiado, se fundamenta en nexos débiles, como los definió otro destacado intelectual.
Vínculos débiles, pero seguimos vinculados. La escala de los fenómenos, procesos y objetos ha variado mucho. Lo abstracto, como síntesis ideal, noción inabarcable que nos llevaba a percibir lo externo y ajeno, es una dimensión cada vez más difícil de alcanzar. La nueva cultura de la comunicación, de las interacciones, de la formación de criterios, visiones, opiniones y actitudes, por otra parte, nos somete a una proximidad y a un grado de exposición que no podíamos ni imaginar hace 25 años.
Y todo esto apenas está comenzando a ocurrir. La variación de las formas de relaciones sociales tan importantes como la esfera de lo político, de la voluntad y las decisiones colectivas apunta en tantos sentidos, en tantas posibilidades, que es difícil prever cómo evolucionará la sociedad en estos aspectos.
Lo seguro es que no podremos evitar el diálogo. No podremos evitar la imposición de la necesidad de comunicarnos, entendernos. El actor político, que bien entendido sería cualquier ciudadano o ciudadana, ya no puede escabullirse del escrutinio social. Todo cuanto hace está expuesto a la mirada.
Precisamente es desde la actuación cotidiana de donde emana el verdadero discurso político de cada uno. Por eso, el imperativo de la política de hoy es el diálogo, la búsqueda del entendimiento básico en lo colectivo.
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