El Jefe: la novela de Félix Farías

Ningún personaje de la vida dominicana ha servido tanto de tema para la novelística nacional e internacional como Rafael Leónidas Trujillo Molina

 

Ningún personaje de la vida dominicana ha servido tanto de tema para la novelística nacional e internacional como Rafael Leónidas Trujillo Molina, ese niño enfermizo nacido en la sureña provincia de San Cristóbal el 24 de octubre de 1891, en el seno del matrimonio formado por José Trujillo Valdez y Julia Molina Chevalier, descendientes directos de españoles y haitianos cuyas botas pisotearon la soberanía nacional durante la ocupación de 1822 hasta 1844 y la Anexión a España en 1861.

Esta vez el profesor Félix Farías ofrece la historia novelada de la familia Trujillo Molina, desde que a finales del siglo XIX un joven mozuelo de vida desordenada conquistó el corazón de la que fuera luego la madre del dictador en la ciudad de Los Charamicos, como llama en el voluminoso texto a San Cristóbal.

El país y Haití son llamados repúblicas Taína y Patuá, territorios que sería víctimas de las atrocidades del dictador, tanto en la saña con que liquidó a sus opositores políticos como en la matanza de 1937, cuyos datos aún son motivos de controversia entre los estudiosos de la ha historia dominicana.
Toda la novela discurre en la cotidianidad de la vida familiar, desde los pleitos entre hermanos por disputas intrascendentes, hasta los frecuentes amoríos de El Jefe, que hasta el último día de su vida se entregó al disfrute de los encantos femeninos.

Farías trilla el mismo camino del Nobel peruano Mario Vargas Llosa y de los dominicanos Diógenes Valdez y Abelardo Vicioso, quienes prefirieron desfigurar en sus novelas los nombres de sujetos de la vida pública durante la Era de Trujillo, al momento de utilizar como material de ficción las escenas más horrendas que se recuerdan de la dictadura.

Pese a que no se trata de una novela histórica, cualquier conocedor de la vida dominicana identificaría de inmediato las anécdotas contadas por los personajes de El Jefe, incluidos quienes asumían como inmortal al dictador, condición que debió rectificarse con los tiros del 30 de mayo de 1961.