El juez corrupto

El daño que puede infligir un juez corrupto, cobarde y culebro a la sociedad es inconmensurable. Sus decisiones atadas a intereses individuales o de grupos contribuyen con la creación de una especie de barbarie.

El juez corrupto, cobarde y culebro establece la ley del bolsillo más hondo, rompe el orden jurídico, mancilla los derechos de los ciudadanos con su secuela de daños materiales y personales, directos y colaterales.

No tiene alma el juez corrupto, cobarde y culebro. Centrado en los activos que puede acumular –para disfrutar a hurtadillas desde el testaferrato ominoso- no piensa en el tipo de legado que deja a los suyos.

Una heredad llena de distorsiones, inseguridad, inequidad y, en fin, un tejido social enfermo es la entrega del  juez corrupto, cobarde y culebro a sus propios descendientes. Por eso no tiene corazón. Arma trampas para sí mismo.

Es irracionalmente materialista y no ve la vida ni la evolución de la sociedad más allá de sus urgencias seculares o de las apetencias desmedidas buscando zonas de confort a contrapelo de su conciencia.

El juez corrupto, cobarde y culebro es un criminal y un genocida. Mata las esperanzas de muchos en la justicia. Siembra la desconfiaza de los ciudadanos en el Estado y sus instituciones.

El juez corrupto, cobarde y culebro ríe con sus cómplices, para quienes administra una justicia asqueantemente complaciente, a cambio de un plato de lentejas. Eso vale cualquier bien obtenido a costa de negar los derechos que asisten a los ciudadanos.

Oficinas de abogados de este país celebran la hazaña de contar con los servicios “incondicionales” de jueces  corruptos, cobardes y culebros. Son peones incorporados a catálogos de ofertas “legales” que generan muchos millones.

Pero se trata de recursos sucios, una anatema para la sociedad, que si bien proveen garantía de prosperidad material, hacen del juez corrupto, cobarde y culebro un presidiario de si mismo, una basura inmunda. Y eso lo sabe y lo siente el juez  corrupto, cobarde y culebro.