A pesar del interés que sigue teniendo toda nueva o vieja versión sobre la llamada Era de Trujillo y a despecho de los años transcurridos, hay gente todavía en este país empeñada en presentarnos el terrible período conocido con ese sobrenombre como un modelo ejemplar, digno de emulación. En el fondo lo que tratan los osados panegiristas de esa funesta época es justificar sus propios papeles y actuaciones y la de muchos de sus parientes o allegados.
Lo del sentimiento nacionalista del tirano no es más que una burda falsedad con la que se pretende enaltecer su régimen. Con frecuencia se cita la llamada “redención de la deuda pública externa”, como una manifestación de su amor por la patria y su profunda convicción nacionalista. La independencia financiera le era vital a sus propósitos de controlar todo el aparato económico de la nación. De manera que al redimir la deuda, saldando las cuentas del país, Trujillo pasó a tener un control total y absoluto de cuando se hacía y movía en la esfera de la actividad económica y financiera dominicana.
Fue la creación del peso dominicano lo que consolidó realmente su dominio del país. Lo demás es cuento. Con ello Trujillo agrandó su fortuna personal y eliminó toda suerte de fiscalización externa sobre la economía dominicana. A la luz de estos resultados, ¿dónde radica el nacionalismo y las bondades de esa acción?
Los nostálgicos de la tiranía, aún nos quedan muchos, apelan a ese hecho y a la circunstancia de que tras la muerte del llamado Benefactor el país ha sufrido los efectos de un creciente e irresponsable endeudamiento, como muestra de las virtudes de ese régimen que sometió a la nación a los peores rigores y vicisitudes. Pero esta realidad sólo muestra la incompetencia, la falta de sensibilidad social y la absoluta carencia de visión política de aquellos que han tenido después la carga de dirigir el país.