Puerto Príncipe.- Miles de haitianos desplazados de sus hogares a consecuencia de los conflictos territoriales entre bandas en Puerto Príncipe se han vuelto invisibles tras el magnicidio de Jovenel Moise, y su desesperación va en aumento casi un mes después de salir huyendo de la violencia y perderlo todo.
Las familias huyeron de sus casas con lo puesto, con el tiempo justo de salvar sus vidas y no arder con las pertenencias que fueron pasto de las llamas cuando las pandillas quemaron sus viviendas, y buscaron refugio en campamentos, ya fuera organizados o improvisados.
Los conflictos entre las pandillas se recrudecieron a comienzos de junio y obligaron a huir de sus casas a cerca de 18.000 personas en los barrios de Martissant y Bas Delmas, que se sumaron a otros miles de personas que siguen en campamentos por enfrentamientos desatados el año pasado.
CAMPAMENTO EN DELMAS 4
En uno de esos refugios, ubicado en el barrio de Delmas 4, 1.496 personas, entre ellas 236 niños, viven hacinados en un orfanato en construcción, sin luz ni agua potable.
De día, las mujeres y los ancianos cuidan de los más pequeños, cocinan, lavan. De noche, el suelo es el lugar de descanso común donde todos duermen amontonados.
Entre sus moradores está Fabianne y su hijo de un año. Está tirado en el suelo, desnudo, dormitando. Tiene una infección de oído y fiebre alta, pero la familia no cuenta con los recursos necesarios para que el pequeño reciba atención y medicamentos, explica la madre a Efe.
Llegó, como el resto de sus vecinos forzosos, el 17 de junio, fecha en la que salió huyendo de Delmas 2 cuando se registraron tiroteos entre bandas y «la Policía lanzó gases lacrimógenos. No podía respirar, el bebé tampoco», y abandonó el lugar antes de que quemaran su casa.
En otra sala del orfanato, una abuela de 68 años, Anna, se esmera en dar de comer a su nieta de 10, Catalia, a la que ni siquiera puede procurar agua potable, se lamenta al hablar con Efe.
Su historia es muy similar a la anterior. Cuando comenzaron los tiroteos en Delmas 2 la familia entera se vio forzada a abandonar precipitadamente su hogar, que fue incendiado. «No pudimos salvar nada», dice con gesto cansado.
«Ese mismo día fuimos a Cite-Militaire, pero luego nos pidieron que viniéramos aquí. Cuando llegamos, el primer día dormimos en el suelo», explica la anciana, cuya familia llegó al refugio de mano de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCED).
Sevier Paul es otro vecino de Delmas 2 que vio desaparecer su vida hace un mes, cuando huyó de su casa junto a su mujer, su suegra y tres niños.
Acudieron directamente a este refugio, sin nada. «Pedimos limosna para poder comer. Algunos amigos pasan de vez en cuando y nos ayudan para que podamos dar comida a los niños», explicó a Efe.
UN MES DE MISERIA Y PODREDUMBRE
Las voces infantiles mitigan el impacto que supone ver a tantas personas viviendo en esas condiciones. Los niños juegan y ríen a pesar de la situación en la que viven.
Sylvain Frantz Junior dice que están deseando abandonar ese lugar porque viven como animales. Aunque sus hogares eran humildes, estaban acostumbrados a vivir austeramente, pero aquí están «abarrotados». «Vivimos en condiciones inhumanas».
La Organización internacional de la Migraciones (OIM) se encarga de coordinar la logística del refugio donde, al menos, tienen agua en un enorme contenedor, pero no es potable.
En cuanto a la alimentación, la OCED lleva comida para los niños, «pero los adultos tienen hambre» y aunque «muchas personas salen a buscar una vida mejor en la calle», otros no encuentran forma de buscarse el sustento ni el de sus familias, expone Frantz.
LAS CIFRAS DEL INFIERNO
Los enfrentamientos en los barrios de Martissant, Bas Delmas, Cité Soleil y Bel-Air, zona de guerra entre diversas pandillas, han causado desde principios de junio decenas de muertos y heridos, provocando, además, el desplazamiento de al menos 18.100 personas, según la estimación de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
Estos actos continuados de violencia se producen en un contexto de inseguridad alimentaria grave, con 4,4 millones de personas necesitadas de asistencia en todo el país.
Para empeorar las cosas, la tasa de infección y muerte por covid-19 se ha quintuplicado durante el último mes debido a la llegada de nuevas variantes, indica la OCHA.
La organización incluye en sus cuentas a unas 5.000 personas que se han refugiado en casas de familiares y a otras 4.000, aproximadamente, cuyo paradero se desconoce.
El resto se encuentran en alguno de los diez puntos que la entidad humanitaria marca sobre el plano de la capital de Haití como lugares de acogida. Casi como un mapa del infierno de Dante, pero con un círculo más que los nueve descritos en La Divina Comedia.
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