Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
Muchos hay que creen en al matrimonio, y uno de esos soy yo, que llevo casado 54 años. Pero hay muchos que no creen en el mismo y prefieren vivir arrimados y si no les conviene esa, se buscan otra. Por eso hay tantos divorcios en nuestra sociedad, porque van con un letrero en la frente: SI NO FUNCINA ME DIVORCIO, el matrimonio no es fácil, tenemos que acostumbrarnos a decir sí y no. Es un camino largo, pues es para toda la vida, y además nuestra pareja viene de padres distintos, con costumbres distinta a la nuestra, y tenemos que acostumbrarnos a eso también.
Cuentan que un famoso profesor se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio. Los jóvenes argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que era preferible acabar con la relación cuando está se apaga en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
Yo les explique que mis padres vivieron 50 años casados. Una mañana mi madre bajaba las escaleras para prepárale a mi padre el desayuno, ella sufrió un infarto, y cayó. Mi padre alcanzo a levantarla, y como pudo la arrastro hasta su camioneta. A gran velocidad, rebasando, sin respetar los semáforos, condujo hasta el hospital más cercano, cuando llego a este, ya ella había fallecido.
Durante el entierro, mi padre no pronuncio palabra alguna, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. En la noche todos los hijos que somos varios nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia, recordando hermosas anécdotas de ella. Él le pidió a mi hermano que es teólogo dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturas de cómo y dónde estaría ella. Mi padre escuchaba muy atento, de pronto pidió que lo lleváramos a donde la habíamos enterrado, papá, son las 11 de la noche no podemos ir al cementerio ahora.
Alzó la voz y dijo: No discutan conmigo por favor, no discutan con este hombre que acaba de enterrar a la que fue su esposa por 50 años, se produje un tiempo de un profundo de profundo silencio, y no discutimos más.
Fuimos al cementerio, pedimos permiso para entrar y con una linterna llegamos a la lápida donde se encontraban sus restos. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a los hijos conmovidos por la escena que estábamos viendo. Fueron 50 años juntos, Nadie puede hablar del amor verdadero si no sabe lo que es, Compartir la vida con una mujer así.
Se limpió la cara pues sus lágrimas corrían por ella. Ella y yo íbamos a todas partes juntos, hicimos un viaje junto cuando nos mudamos a otra ciudad. Compartimos la alegría de nuestros hijos terminar sus carreras. Rezábamos juntos en la sala de nuestro hogar, nos abrazábamos en cada Navidad, y perdonábamos nuestros errores.
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos la cara empapada en lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día.
Termino con esta lectura tomada del Eclesiástico, Capitulo 9, Versículo 8, que dice: “Aparta tus ojos de la mujer hermosa. No te quedes mirando la belleza ajena”.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.