Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
Nosotros los seres humanos recordamos algo de nuestra infancia que nos ha dejado marcados para toda la vida. Estas bien puedes ser buenas o malas. Yo hoy quiero contarles algo de cuando yo era niño, que por cierto ya hace bastante tiempo de eso.
Yo recuerdo como si fuera hoy que hubiese pasado. Nosotros vivíamos en una pequeña finquita que teníamos en un pueblo que se llamaba Artemisa, en la provincia de Pinar del Rio, ese pueblito distaba de la Habana a 1 hora de camino. Era un tiempo en que no había autos colectivos, el que tenía un automóvil era millonario, nosotros nos movíamos en burro, a caballo o a pie.
Me acuerdo que era un día que mi padre andaba con cara de preocupado, pasado toda la noche despierto y fumando. Luego de dar vueltas y vueltas en la cama se levanto bien temprano en la mañana, un aire de nerviosismo se sentía en toda la casa. Mi mama también se mostraba intranquila. En ese tiempo no existía la comunicación que hay hoy entre los padre e hijos, yo no pregunte qué pasaba, solo permanecía en silencio.
Después del desayuno, mi padre me agarró y me llevó afuera de la casa. Con una cara muy seria me monto en un caballo y me dio un papel en cual había algo escrito. Me dijo que yo debería ir a casa de mi tío, que era su hermano y entregarle esa nota, y me recomendó que se lo diera que era muy importante que él lo leyera. Me dio un beso y le dio al caballo una palmada para que empezara a caminar.
Era una mañana fría, el sol no alcanzaba a calentar nada. Me llevo un poco de tiempo el llegar a casa de mi tío. Cuando llegue mi tío estaba descansando de su faena. Yo le di un beso y le entregue el papel que mi padre me había entregado. El estaba esperando ese mensaje, pues él lo leyó y sonrió. Sin decir ni una palabra, me despidió me dio una palmadita en la espalda y regrese a mi casa.
Mi padre me estaba esperando, y se alegró al verme. Al llegar me dio un beso. Ahora su cara estaba tranquila y serena. Esa fue suficiente para mí.
Nunca supe lo que decía el mensaje, pero yo sabía que era algo muy importante para mi padre, y eso me bastaba, para que fuera algo importante para mí.
Eso lo recuerdo como si fuera hoy. Sé que mi padre se puso muy contento y eso me puso a mí muy feliz.
Los dejo con el Versículo 26, del Capítulo 3 de Isaías que dice: “Su mente vive tranquila y en paz porque ha confiado en ti”.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.