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El mensaje de la iglesia

Es en base a esos principios que juntos, con arrojo y buena voluntad, podemos convertir en realidad la esperanza de construir una mejor nación.

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No podía resultar más precisa y contundente la Carta Pastoral del Episcopado Dominicano al enfocar con criterio abarcador y sin margen de evasión los principales males que aquejan al país y que constituyen motivo de creciente alarma para los núcleos más conscientes de la ciudadanía.

Presente en primer término en el documento de la Iglesia, el sempiterno y conflictivo tema de Haití, respecto al cual rechazó de plano las voces que vienen del exterior abogando por una posible fusión a todas luces imposible.   En este sentido reasumió y reiteró la posición que había fijado en el 2006 cuando dio a luz el mensaje titulado “Ante la creciente inmigración haitiana”.

Los obispos señalan que el país siempre ha prestado ayuda al vecino, pero que resulta necesario que se manifieste la solidaridad de la comunidad internacional, principalmente de las naciones más ricas, pero también que Haití se ayude a sí mismo.

En cuanto al escenario nacional, la Carta Pastoral pone énfasis en la necesidad de que la sociedad adopte un comportamiento ético frente a la diversidad de situaciones adversas  y consiguientes retos que representan.

El flagelo del narcotráfico y el micro-tráfico, en no pocos casos involucrando a las mismas autoridades encargadas de combatirlos, y marchan asociados al auge de una criminalidad cada vez más temeraria, agresiva y mejor armada, que mantiene en estado de zozobra permanente a la ciudadanía.

Asimismo la expansión del consumo principalmente entre jóvenes y adolescentes, con todas las negativas consecuencias que trae aparejado.

La violencia social que se manifiesta a diario en múltiples formas, y que ha sustituido al diálogo y al entendimiento civilizado como forma de dirimir las diferencias y zanjar los conflictos.

La corrupción visible y rampante que ha ido penetrando todas las capas del tejido social, a la que califica certeramente de “virus que permea instituciones públicas y privadas, un lastre y veneno que nos atenaza”.

La impunidad que arropa los más graves delitos cometidos por los mas poderosos e influyentes, para los cuales no hay consecuencias.

La trata de personas, la explotación laboral que incluye el trabajo de menores, el desempleo sobre todo en los jóvenes, el auge de la prostitución y de los juegos ilícitos donde prima el afán de recaudar más fondos para el  Estado que el daño social  que provoca  al tiempo que agrava la pobreza de los sectores de menores ingresos, forman también parte del recuento.

Los feminicidios, los suicidios, los abortos todo lo que atenta contra el sentido sagrado de la vida como supremo don otorgado al ser humano.

Pese a  todo el largo rosario de problemas y retos que afronta el país, no es el de Iglesia un mensaje de desaliento, sino de esperanza en que apela a unir esfuerzos para vivir y educar de acuerdo a la ética y los valores que la representan: honestidad, equidad, verdad, trabajo, responsabilidad, respecto, solidaridad, fraternidad, justicia, hospitalidad y amor a la familia.

Es en base a esos principios que juntos, con arrojo y buena voluntad, podemos convertir en realidad la esperanza de construir una mejor nación.

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