No recuerdo con quien estuve hablando en días pasados que al ver una foto mía surfeando me dijo “Domi, tu eres muy intelectual como para estar surfeando”. Este juicio me pareció ridículo por dos motivos: primero, que base tiene esa persona para categorizarme o no como una intelectual? La capacidad de un individuo de poder o no generar criterios que puedan hacerlo ser visto como un intelectual no está condicionado por la naturaleza misma de la persona, sinó por los ámbitos y circunstancias a los que se ha visto expuesto. O acaso no podría un niño de un campo en Bonao ser un intelectual? Quizás nunca ha visto un libro, no sabe de Shakespeare, de Vivaldi o de Degas. Pero debatir lo que defina o no a una persona como una intelectual excede lo que es el objeto de este artículo.
Exponerse a la naturaleza, al mar tiene propiedades terapeuticas las cuales han sido estudiadas exhaustivamente, pero vivimos en una sociedad donde reinan los estereotipos y donde relacionamos actividades como el surf con la vida bohemia, con el consumo de drogas, independientemente de que esto sea o no cierto. El surf ha servido como terapia para curar a niños autistas, personas con discapacidades mentales, incluso personas normales acuden a las playas de surf como una forma de aliviar el estrés y la tensión.
En lo personal, el surf me sirve como algo una forma exhaustiva de terapia porque me reta, aparte de que el deporte mismo nos da importantes lecciones de vida. El tiempo que paso en el mar es problablemente el momento de mayor reflexión y encuentro conmigo misma que tengo. Es el momento en que me siento más cerca de Dios, donde mejor puedo reflexionar sobre mis ideales, mis deseos, mis proyectos. Cada ola es una lección de que no importa la intensidad con que la vida nos arroje retos o problemas, nuestra capacidad de salir a flote está directamente relacionada a cómo la afrontemos, cómo decidimos abordarla y cómo podemos salir airosos incluso de lo que parecería ser el más grande de los retos. Un amigo que hice en el mar una vez me dijo “este deporte es 90% lucha y 10% placer, pero ese momentico en la ola hace que valga todo el esfuerzo.” Y así es, aunque a veces no entendamos porqué Dios nos envía los retos que nos envía, tenemos que sentirnos felices y agradecidos que incluso de los retos de puede aprender.