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Batalla Electoral 2024

El muro hoy, y la compra ayer de inmigrantes haitianos

Creemos que una cuestión que encierra humanismo como lo es, en general, el caso del pueblo de Haití,  no es para mezclarlo con  patriotería. Toda comunidad humana debe ser tratada con alto sentido de dignidad.

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I.- Una broma pesada

1.- Un país como el dominicano, dominado por la minoría nacional y los intereses extranjeros, además de estar golpeado por una horripilante miseria, el atraso lo lleva a ser objeto de burla.

2.- Una chacoteada, más o menos una broma pesada, es lo que ha hecho el gobierno dominicano, en forma rimbombante, anunciar la ejecución de un muro en la zona fronteriza con Haití.

3.- Tomarnos el pelo es, ni más ni menos, anunciar el control de la inmigración haitiana mediante la colocación de una pared de varilla y cemento en la zona colindante con Haití.

II.- Para detener la inmigración haitiana, no bastan las verjas, murallas ni vallas

4.- De seguro que el ciudadano presidente, Luis Abinader, cuenta con muchos asesores en asuntos migratorios, que pueden explicarle la razón por la cual los nacionales haitianos llegan al país a vender su fuerza de trabajo.

5.- Las autoridades dominicanas pueden levantar en la frontera 100 muros, 500 verjas perimetrales, 1000 murallas y un millón de vallas, pero jamás impedirán que los haitianos lleguen a nuestro país en condición de inmigrantes.

6.- El fenómeno migratorio, por ser de naturaleza social, es imposible de impedirlo mediante leyes, decretos, muros o metralletas.

7.- De la misma forma que no se elimina la corrupción, la pobreza, la prostitución y otras lacras sistémicas, tampoco la inmigración puede desaparecer con medidas coercitivas, sin importar que sean materiales o espirituales.

8.- Los nacionales haitianos están presentes en la República Dominicana, como inmigrantes, por una causa igual a la que están en Estados Unidos, millones de caribeños, latinoamericanos, africanos, etc., es decir, por el desarrollo desigual del país del inmigrante y el que lo recibe.

III.- Recordemos ahora, el contrato de compra de braceros haitianos, formalizado entre el gobierno dominicano y el haitiano

9.- Las autoridades dominicanas, al igual que las haitianas, han manejado el fenómeno migratorio dependiendo de su conveniencia y las circunstancias. Cuantas veces  en nuestro país ha sido necesaria la mano de obra esclava haitiana, desde las alturas del poder del Estado han traído inmigrantes a trabajar  como bestias.

10.- En los archivos del Palacio Nacional dominicano, de seguro reposa el contrato de fecha 14 de octubre de 1978, mediante el cual Haití le vende a nuestro país la cantidad de 15,000 braceros haitianos, a razón de 100 dólares cada uno, para trabajar como esclavos de nuevo tipo en los ingenios del Consejo Estatal del Azúcar.

11.- Conviene precisar que en el citado contrato, el CEA no tuvo nada que ver en la contratación. El negocio de los inmigrantes esclavos se  formalizó de gobierno a gobierno. En ese momento no se habló de muro ni de verja perimetral.

12.- La realidad es que debemos de dejarnos de hablar necedades, puras tonterías para engañar a la opinión pública nacional y extranjera, con el asunto de los inmigrantes haitianos presentes en la República Dominicana, al igual  como lo hizo el Gobierno Dominicano cuando denunciamos ante la Organización Internacional del Trabajo-OIT-, el trabajo esclavista a que estaban sometidos en nuestro país, en la década del 70, los inmigrantes haitianos.

Ideas finales

a) Aprovechamos la ocasión para invitar a todos los interesados en el tema de la inmigración haitiana en la República Dominicana, a leer en el Archivo General de la Nación, las obras de nuestra autoría con los títulos Inmigración Haitianos y Esclavitud, e  Inmigración Caribeña y un Capítulo Haitiano. Además, en esa misma institución reposa un trabajo inédito en seis tomos en el cual abordamos el mismo asunto haitiano.

b) Por último, creemos que una cuestión que encierra humanismo como lo es, en general, el caso del pueblo de Haití,  no es para mezclarlo con  patriotería. Toda comunidad humana debe ser tratada con alto sentido de dignidad.

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