El pan vivo que descendió del cielo

Actualmente estamos viviendo en una sociedad sumamente materialista en vista de que lo más importante del hombre, tanto el rico como el pobre,  es conseguir bienes de este mundo  a como de lugar, y muchos lo logran al margen de la honestidad, la moral y las buenas costumbres.

Los valores que deben caracterizar a un conglomerado social se van erosionando. La corrupción, la estafa, el robo, la mentira, y el obtener las cosas de manera fácil, constituye en este país el pan nuestro de cada día.

Muchas personas, equivocadas  y de espaldas a Dios,  creen que con bienes materiales,  mal habido o no, pueden satisfacer plenamente  su sed y hambre espiritual, que es un reflejo de una necesidad existencial del espíritu del ser humano.

El materialismo «rechaza todo dualismo de materia y espíritu y lleva a la negación de Dios», y en eso caen tanto ricos como pobres, incluyendo  religiosos.

Jesucristo le dijo a Satanás que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, (Mateo 4:4).

Durante su ministerio terrenal Jesús manifestó públicamente que “el espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha;  las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, (Juan 6:63).

Amos profetizó “he aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”, (Amos 8:11). Es la palabra divina, cuando se oye y se obedece, la que llena el corazón de gozo,  paz, agradecimiento y plena satisfacción, porque como dice el apóstol Pablo: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

Al respecto, se está cumpliendo a cabalidad, en esta dispensación, la profecía neo testamentaria: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” (2 Timoteo. 4: 3, 4).

Lejos de oír la voz de Dios; y de vivir vidas que busquen el agradarle, muchos en estos tiempos, sólo atienden a la voz de sus apetitos, y sus corazones están ya cargados de glotonería, sólo atendiendo a los afanes de esta vida. Sólo piensan en lo material, en la oferta de este mundo.

Y  al ver tal situación, el Señor dijo: “Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron. ¿No castigaré esto?,  dice Jehová; ¿y de tal gente no se vengará mi alma? Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?”(Jeremías 5: 27-31). Ese fin podría ser el cese de tu existencia aquí en la tierra.

El que desee tener una satisfacción total, de su alma y espíritu, debe de recibir la invitación amorosa de Jesús, quien dijo: ¨Yo soy el pan de vida; el que a mi viene nunca tendrá hambre y el que en mi cree no tendrá sed jamás”. (Juan 6:35). “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”, (Juan 6: 33).  Dios te bendiga amigo lector.