Ciudad del Vaticano.- El papa Francisco firmó hoy el decreto en el que se aprueba el milagro atribuido al milagro atribuido Ana de Jesús, monja de la Orden de las Carmelitas Descalzas, quien fue discípula de Santa Teresa de Jesús y la encargada de recopilar todas sus obras.
Francisco firmó este decreto, junto con otros, tras mantener hoy una audiencia con el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.
Con el nombre de Ana de Lobera y Torres nació en Medina del Campo (España) el 25 de noviembre de 1545 y falleció en Bruselas (Bélgica) el 4 de marzo de 1621.
Según la biografía que recoge la Real Academia de Historia de España, entró en un convento en la orden las Carmelitas de Descalzas en Ávila donde se encontraba santa Teresa, quien después la llevó a Salamanca y, de camino, cuando pararon en el convento de Mancera, conoció a otra persona que fue clave en su vida: san Juan de la Cruz.
En Salamanca convivió estrechamente con santa Teresa y se estableció un fuerte vínculo entre ellas que duró hasta el fin de sus días.
En reconocimiento a su gran valía, los superiores le encargaron recopilar los libros de santa Teresa, dispersos en la Inquisición y en manos particulares, para entregárselos a fray Luis de León, que se encargó de su publicación.
El camino hacia la santidad tiene varias etapas: la primera es ser declarado venerable siervo de Dios, la segunda beato y la tercera santo.
Venerable Siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce «haber vivido las virtudes de manera heroica».
Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión, como este caso, y para que sea canonizado – hecho santo – se precisa un segundo milagro obrado «por intercesión» después de ser proclamado beato.