CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Francisco denunció hoy la «locura de la guerra» en un «mundo violento y herido», durante su homilía por un Domingo de Ramos que supuso el regreso de miles de fieles con sus palmas a la plaza de San Pedro tras la pandemia.
El pontífice argentino lamentó el uso de la violencia al recordar el martirio de Jesús de Nazaret: «Cuando se usa la violencia ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos», advirtió.
«Se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas. Lo vemos en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo», denunció.
Y continuó: «Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos».
Francisco en su homilía no aludió explícitamente a la guerra en Ucrania, como viene haciendo de forma insistente desde que se desatara la invasión el 24 de febrero, pero sí demostró de nuevo su preocupación por un mundo «herido» por los conflictos.
Y dejó claro que será el tema que centre esta Semana Santa: «Ánimo, caminemos hacia la Pascua con su perdón. Porque Cristo intercede continuamente ante el Padre por nosotros y, mirando nuestro mundo violento y herido, no se cansa nunca de repetir: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen'», terminó.
El rito del Domingo de Ramos, que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén y abre la Semana Santa, es uno de los más queridos por los fieles y arrancó con la procesión de las palmas en la plaza de San Pedro del Vaticano y ante miles de personas, lo que no ocurría desde 2019 por la pandemia.
Francisco, aquejado de un problema en la rodilla que le dificulta el caminar, bendijo las palmas desde un altar en la puerta de la basílica y no desde el obelisco en el centro de la plaza, como en años anteriores, y tampoco siguió en la procesión con fieles y el clero.
De hecho leyó su homilía sentado y ni siquiera se le vio caminar, sino que un coche le llevó directamente al altar que había sido instalado a los pies de la basílica.