El parqueo de la discordia

El ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Franklin García Fermín, ha denunciado corrupción en la construcción del lujoso parqueo construido por el Gobierno en el lado suroeste del Aula Magna a un costo de mil millones de pesos e inaugurado hace poco por el Presidente Fernández. Y  ha reclamado a la Dirección de Persecución de la Corrupción Administrativa (DPCA) que investigue los manejos turbios que, a su juicio, hubo allí.

Loable que él o cualquier dominicano dediquen aunque sea un minuto de su vida a vigilar el uso de los fondos del erario; sobre todo en estos tiempos cuando el enriquecimiento ilícito es una pandemia y las tetas más preciadas son las de los Estados.

Pero vista más de cerca la exigencia del profesor y ex presidente del Colegio de Abogados, encajaría como oportunismo irresponsable o un arrebato discursivo de un político novato o una reacción pueril de despecho, porque no aparece en ningún momento la correspondencia entre lo expresado y la práctica del emisor.

Y esa es una actitud reprochable que relaja cualquier esfuerzo integral de prevención de la corrupción.

García Fermín acaba de pasarle el bastón de la Rectoría a Mateo Aquino Febrillet. Durante su gestión de tres años, la Oficina Supervisora de Obras del Estado edificó la mole de la discordia que él, como otros de su entorno, en sus discursos mediáticos considera sobrevaluada. Y calló, quizás porque vivía de viaje en viaje. O porque dedicaba mucho tiempo a aprovechar la rectoría para articular su proyecto presidencial en desmedro de la limpieza y equipamiento de las aulas. O porque se concentraba mucho en obras tan caras como inoportunas, tales como los estacionamientos medio hechos a contracorriente de la comunidad universitaria, del “pobre presupuesto” y del ecosistema del campus.

A él le toca, por tanto, parte de la corrupción que ahora denuncia desde la distancia, aprovechándose del rápido olvido sembrado en la población por  cínicos de la política vernácula en la población.

Lo ético, lo responsable, lo valiente, lo decente y lo serio hubiera sido que  actuara conforme su condición de Rector con estatura de ministro estatal. Y no lo hizo. Ningún argumento le valdrá hoy para sepultar su largo silencio y su “tirar la piedra y esconder la mano” frente a un gobierno del cual era empleado como muchos “peledeístas” uasdianos que, a la vez, son funcionarios oficialistas.

Para lo único que serviría la incursión mediática de García Fermín sería para sorprender a incautos y, de paso, provocar ruidos a la gestión rectoral de Febrillet, quien ahora está compelido a por lo menos variar su agenda temática y arriesgarse a un pleito con quien le provee los recursos.

Aunque no estaría mal si la DPCA le toma la palabra al denunciante, pero ampliando el espectro de la corrupción en la academia.
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