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El Plan de Seguridad, la Reforma Policial y Frankenstein

Corren tras su propia sombra el Jefe de la Policía y el Presidente de la Dirección de Drogas, cuando se lanzan a repartir diplomas y a dar charlas barriales de buen comportamiento cívico. Sin centrar sus objetivos en la restitución de ese sentimiento de eficacia, esa esperanza con porvenir  que deben tener los jóvenes para vencer estos riesgos.

Pierden de vista que las emociones negativas, de la juventud, vienen por los fracasos en algunos proyectos, por los obstáculos sociales, económicos y familiares, y por el desconocimiento de las herramientas que pudieran aplicar para la solución de sus conflictos individuales.

Demuestran estas acciones que las metas del Plan de Seguridad y de la misma Reforma Policial carecen de justificación.  Esta estrategia de seguridad se diseñó para dar respuesta a un 53% de la demanda y solo se esta ejecutando en un 10%, lo que significa que la intervención real es solo de un 5.3% de la oferta planificada.

Prefieren estos jerarcas policiales estar fuera, en las calles, cuando los funcionarios del gobierno se pierden dentro del laboratorio del Doctor Víctor Frankenstein.  Saben del caos infernal que supone la rebeldía interna de más de 10,000 policías, que han pedido su baja o su pensión.

Cunde el desaliento, la indisciplina y la frustración entre los miembros de la policía, tanto con el Plan de Seguridad como con la Reforma Policial.  Se sienten desanimados y con la misma inseguridad de los ciudadanos en sus proyectos de vida.  Es todo este miedo el que genera la agresividad y la furia en sus intervenciones penales.

Desmoralizar a los policías con planes y reformas sin sentido de justicia, es quitarles lo que les queda de impulso básico, para afrontar los sacrificios que exige la ardua tarea de seguridad pública.  Policías empequeñecidos por sus propios jefes solo perciben cosas pequeñas.  Por ello, ni siquiera aciertan en ver los beneficios que pudieran reportarles estos “Cambios”.

Es este apocamiento del ánimo policial el verdadero riesgo en la oferta gubernamental de seguridad pública.  Es esta la demanda compleja del sistema político.  Necesitamos, con urgencia devolverle el ánimo a oficiales, clases y alistados, a fin de que venzan esa apatía que les lleva a pactar con la violencia, la delincuencia y la criminalidad.

Claudica el ánimo policial frente a todas estas arbitrariedades de las autoridades.  Así todo proyecto policial se desploma y la institución se abandona colectivamente.  Podemos confirmarlo en las pensiones, en sus planes de retiro, en las atenciones sanitarias y de salud de ellos y sus dependientes en el Hospital de la Policía, en las cantinas y en las mesas, por citar algunos ejemplos.

Decir que una ley desmantelará a la policía es un absurdo.  La policía está rota con o sin la reforma.  El policía vive el encanallamiento de ver a hijos de generales, con necesidades especiales en sus condiciones motoras o emocionales, nombrados en la policía, o ver extravagancias como la pensión de la hermana del General Guzmán Fermín que, siendo asimilada, disfruta un sueldo superior a los RD$50,000 pesos, en franca violación a la ley orgánica de la policía.

Dejarse llevar por las ganas propias es desidia, eso han hecho las autoridades, mientras el policía se debate en el dilema, deseo irme o quiero quedarme.  Son estas predisposiciones las que obligan al policía a perder el respeto por sí mismo.  ¿Qué importa que el entendimiento se adelante si el corazón se queda atrás?, escribió Baltazar Gracián.

 

 

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