¿Es exagerado el título de este artículo? Veamos. El presidente del PLD, Leonel Fernández, aspira a la candidatura presidencial de su partido para el 2020. El secretario general, Reynaldo Pared Pérez, también aspira a la candidatura presidencial. Ninguno ha renunciado de sus funciones. El secretario de organización, Félix Bautista, ha sido suspendido temporalmente de esa función por un expediente que dio a conocer el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. El secretario de finanzas, Víctor Díaz Rúa, ha sido también suspendido temporalmente por la acusación del Ministerio Público en el escándalo de corrupción Odebrecht. O sea que, los cuatro principales dirigentes del PLD se encuentran inmersos en asuntos que contravienen su rol de dirección.
Por mucho tiempo, el PLD promocionó una identidad basada en la disciplina partidaria y el centralismo democrático. Por ende, se decía, que era un partido unido. Posteriormente se agregó el argumento de que la necesidad de seguir en el poder hacía que los peledeístas, a pesar de sus conflictos, permanecieran unidos. ¡Juntos hasta el 2044!, por lo menos.
En este momento, todos esos argumentos se tambalean.
El Comité Político, máxima instancia de decisión partidaria, no se convoca con regularidad porque no hay manera de ponerse de acuerdo. El centralismo democrático falla. Si se tratara de construir mayoría simple en las votaciones no habría problema; eso existe. La dificultad radica en que lo que desea un sector es contrario a lo que desea el otro. El leonelismo y el danilismo andan por caminos diferentes.
El centralismo democrático funcionó cuando era más centralismo que democracia. Así fue cuando Juan Bosch era el líder máximo, y cuando Leonel Fernández era el líder máximo. Pero durante la presidencia de Danilo Medina, el PLD dejó de tener un líder máximo. Ahora hay dos y en disputa.
Dado que en el partido había más centralismo que democracia, después de 2012, no ha habido forma de ejercer el centralismo sin un líder máximo. Tampoco se ha desarrollado la democracia partidaria. Las máximas autoridades del partido han estado más más interesadas en promover sus aspiraciones e intereses que en institucionalizar el partido. Ojo: tanto el presidente del PLD como el secretario general aspiraron a la candidatura presidencial en el 2016 y aspiran para el 2020. Árbitros no pueden ser.
Con la estructura de dirigencia descabezada, el PLD se avoca a grandes conflictos partidarios en el proceso de selección de candidaturas para el 2020.
Siempre se ha supuesto, dentro y fuera del PLD, que el Comité Político resuelve los impases y da las instrucciones en base al “consenso”. Pero ese comité ya no funciona así. En el mejor de los casos, es un espacio de competencia de poder donde gana quien tenga más votos.
La dirigencia del PLD desperdició las últimas dos décadas para organizar un partido democrático. Si lo hubiesen hecho, hoy no estaríamos hablando de conflictos entre Leonel y Danilo ni de repostulaciones presidenciales, no tendríamos acuerdos que de un porrazo garantizaran la repostulación de muchos ocupantes de cargos legislativos y municipales por ineptos que sean, y no hubiera quizás tantos escándalos de corrupción.
La dirigencia máxima del PLD es la única responsable de la situación en que se encuentran, y la ciudadanía observa el desbarajuste del PLD.
Estar en el poder les ayuda a solventar problemas. La debilidad de la oposición les ayuda a convivir con malquerencias. Que no haya una crisis macroeconómica les da respiro. Pero que quede claro, el PLD está descabezado y enfrenta grandes riesgos.