El PLD va a su Congreso sin claro liderazgo y acosado por la fuerte atracción de Leonel

El mayor partido opositor enfrenta el desafío de renovar sus anquilosados organismos sin hacer una catarsis sobre su corrupción y dependiendo de la eficacia de las autoridades para documentarla y obtener las condenas demandadas por la sociedad

La incertidumbre es el signo del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que enfrentaría por primera vez un congreso renovador de sus dirigentes sin un líder que lo unifique, y sin haber hecho una catarsis sobre su desguañangue en un ejercicio gubernamental que llegó a controlar casi absolutamente el Estado y gran parte de los organismos sociales.

El ahora principal partido de oposición
está amenazado por el polo de atracción que representa su exlíder Leonel
Fernández, mientras se teme que pasen factura los dirigentes relegados por el
expresidente Danilo Medina cuando impuso la candidatura presidencial de Gonzalo
Castillo, quien no pudo levantar vuelo ni para competir por el liderazgo del
partido.

El
desafío de su Congreso

La reunión del Comité Político del PLD del
pasado domingo ratificó la convocatoria de su IX Congreso con el propósito de
renovar sus dirigentes, tanto del Comité Ejecutivo Nacional como del Comité
Político y los organismos intermedios, anquilosados durante los últimos 16 años
que estuvo en el gobierno, con un poder tan absoluto que para muchos era
insuperable hasta las aplastantes derrotas tanto en las elecciones municipales
de marzo como en las presidenciales de julio.

El desafío no es poco para una organización
que durante casi dos décadas mantuvo los mismos dirigentes nacionales,
incluyendo presidente y secretario general, y que apenas realizó ampliaciones
de la matrícula de sus organismos superiores, constituido en refugio de una
casta de dirigentes que se llegaron a sentir por encima de la sociedad y
proclamaban que el poder era para utilizarlo, que no se cedía y que se imponía
por encima de todo.

La otrora maquinaria disciplinada por el
genio del profesor Juan Bosch devino en una corporación con dirigencia
inamovible y la ambición de poder terminó por dividirla profundamente, con la
partida en octubre, tras una traumática convención electiva, de Leonel
Fernández, quien encarnó el mayor liderazgo tras el final del fundador, y que
condujo a los peledeístas al disfrute del poder durante sus primeros tres
períodos de gobierno.

El congreso que está programado para
iniciarse con el próximo mes de octubre y culminar con el año, enfrenta el
desafío de la renovación, sin el liderazgo y el arbitraje que encarnó Bosch y
sin la fuerza de moderación que se derivaba del poder ejercido por tres
períodos presidenciales de Leonel  y los
últimos dos de Danilo Medina, en virtud de la “repartición de los cobrecitos” y
un presidencialismo cada vez más pronunciado, pero que no pudo evitar la
división.

¿Podrá
Danilo sobrevivir?

La primera interrogante sobre el próximo
congreso peledeísta gira en torno a si el expresidente Medina podrá retener el
poder que ejerció casi omnímodamente en la organización durante sus ocho años
de gobierno, tras sus fracasos políticos del último cuatrienio, al intentar una
segunda reelección consecutiva, al haber impuesto un candidato presidencial
sacado del bolsillo a costa de la división del partido y por el fracaso en las
elecciones generales, tras asumir que él las ganaría, aún sin ser candidato.

El principal hándicap de Medina es que ha
quedado con una prohibición constitucional de volver a ser candidato
presidencial, tras agotar los dos períodos de orden constitucional, y no se
vislumbra posibilidad de que pueda cambiarlo para el próximo torneo electoral,
dado que necesitaría dos terceras partes del actual Congreso Nacional.

Medina es 
un gran trabajador de la política, armador de juegos, pero carece del
carisma necesario para entusiasmar a sus partidarios. Su liderazgo de los
últimos años estaba fundamentado en el poder del Presidente de la República,
repartidor de favores que llevó a extremos el clientelismo y la corrupción de sus
partidarios, perfeccionando los mecanismos de cooptación del liderazgo social
iniciado en los períodos de su antecesor Fernández.

El infortunio de Medina fue tan grande que
su delfín Gonzalo Castillo, fue incapaz de levantar vuelo para ser una real
opción presidencial, pero ni siquiera para quedar con posibilidad de disputar ahora
el liderazgo del PLD, pues ha quedado con más enemigos dentro del partido,
donde lo consideran un impostor, que en el resto de la sociedad, donde se le
percibe con piedad, al considerarse que “fue un invento de Danilo”.    .         

Varias
facturas pendientes

Danilo Medina tiene varias facturas
pendientes de quienes dentro de su partido se sintieron “traicionados” o por lo
menos relegados en la carrera por la candidatura presidencial, a quienes había
incentivado a buscarla sobre la base de que él no aspiraría a un tercer período
consecutivo. Varios de ellos corrieron durante par de años con las riendas
tensas, dándose cuenta del doble juego del mandatario, que siguió pretendiendo
continuar.

Pero fue peor cuando en julio del 2019 a
Medina se le cerraron las posibilidades de la segunda reforma constitucional y
entonces se sacó de la manga la precandidatura de Gonzalo Castillo, y la impuso
por encima de los que llevaban años persiguiéndola, para lo cual utilizó todo
el poder del Estado, nombrando promotores a los ministros y altos funcionarios
y forzando el retiro de varios aspirantes con viejos méritos partidistas. Luego
selló la división del PLD y su salida del poder, al extender la votación por
varias horas, cuando los cómputos de la elección primaria otorgaban la
candidatura presidencial al expresidente Fernández.

Por lo menos el secretario general Reinaldo
Pared Pérez, con influyentes hermanos, y otros dos precandidatos, Carlos
Amarante Baret, y Manuel Crespo expresaron públicamente su indignación por el
abuso del Estado en la campaña interna. Pared dejó por escrito que “se han
violado todas las normas de equidad y justicia”. Amarante: “se ha generado una
desigualdad que no estoy dispuesto a tolerar”. Otro de los influyentes,
Temístocles Montás, que con Leonel y Danilo constituía una trilogía de
herederos de Bosch, se conformó con que le dieran la presidencia del PLD, mientras
Francisco Domínguez Brito guardaba discreto silencio. Ninguno de ellos puso
entusiasmo por la candidatura de Gonzalo y se cree que no apostarán por el
liderazgo de un Danilo Medina, a no ser que esperen heredarlo de dedo.        

El
polo de Leonel Fernández

El futuro del PLD está signado por el polo
de atracción que representa en sus militantes medios y de bases el expresidente
Fernández, que los llevó al poder por los primeros tres períodos y los prolongó
por otros dos al imponer en el 2012 a Danilo Medina utilizando todo el poder
del Estado, con un déficit fiscal de todo el Estado ese año del 8% , y más de
150 mil millones de pesos sólo del gobierno central.

Leonel con su nuevo partido Fuerza del
Pueblo (FP) sigue atrayendo dirigentes medios y de las bases del PLD, y casi
todas las semanas recibe desertores, en la última juramentó a 20 presidentes de
comité intermedios capitalinos, y al recuperar dos de los senadores del PLD
electos, desplazó a este como segunda fuerza senatorial. Con la ventaja de que
no tiene impedimento para optar por la candidatura presidencial en el 2024 y podría
incubar una posibilidad de relevar al debutante Partido Revolucionario Moderno.

El líder de la FP tiene otra ventaja: que
aunque fue impulsor de la degeneración del peledeísmo histórico, que
Temístocles Montás documentó el 19 de enero del 2019 en crisis orgánica, moral
e ideológica, quedó superado por los escándalos de la gestión de Danilo Medina,
ahora primera opción para pagar las desproporciones del poder y sancionar la
corrupción. Hasta tácticamente habría que concentrarse en los últimos dos
períodos.  

Necesidad
de una catarsis

Para cualquier analista es obvio que el PLD
necesitaría una profunda catarsis primero para regenerarse internamente y
escoger nuevo liderazgo, dejando atrás una legión de momias políticas, y
segundo para recuperar crédito ante la sociedad. Ninguna de las dos resultará fácil
después que durante años fue aniquilada toda criticidad y dependerá en gran
medida de la capacidad de las nuevas autoridades para documentar  y sancionar la enorme corrupción denunciada.

Podría ser contraproducente el desafío del presidente
del PLD, Temístocles Montás, para que las nuevas autoridades procesen sus
denuncias de corrupción,  por lo que ya
el líder de Alianza País, Guillermo Moreno, le recordó que él fue el único de
los vinculados a los sobornos de Odebrecht que admitió, y por escrito, que
había recibido financiamiento del agente de la constructora brasileña, Ángel
Rondón, para tres campañas electorales.

El desafío o la arrogancia son
contraproducentes cuando hay tantos escándalos que pueden ser fácilmente
documentados, por ejemplo el que ya fue tramitado el jueves al Ministerio
Público, de los 1os 11 mil 500 millones de pesos en contratos para comprar
asfalto repartidos nada menos que por Gonzalo Castillo, meses antes de asumir
la candidatura presidencial peledeísta. Más imprudente porque la periodista
Alicia Ortega  pudo documentar que violó
la ley de Compras y Contrataciones, y José Rijo que se saltó la ley de
presupuesto gastando diez veces lo establecido, y porque no resulta difícil
rastrear los beneficiarios para encontrar vinculados. Tampoco será difícil
demandar a Odebrecht que identifique los 28 seudónimos de los que, según
documentó el consorcio internacional de periodistas de investigación,
recibieron sobornos por 39 millones de dólares para la contratación de las
plantas de Punta Catalina y otras obras del gobierno de Medina. La transnacional
está obligada a identificarlos, por el acuerdo de lenidad de que fue
beneficiaria. Y hay muchos casos más que originarían procesos judiciales con
bastante fundamento.

Las nueva autoridades no deberán inventar
persecuciones ni apresurarse para caer en el vacío, pero están compelidas por la
inmensa y sostenida demanda nacional, en gran medida generadora del cambio
político de este año, de sanción a los que colocaron al país entre los líderes
mundiales en corrupción y malversación, con decenas de denuncias públicas y según
informes tan autorizados como los del Índice de Competitividad Global del Foro
Económico Mundial y los de Transparencia Internacional.-