Por Miguel A. Matos
La prostitución sexual es un problema social de difícil erradicación en el mundo y nuestro país no es una excepción, por lo que ponderamos la inquietud del procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito de dictar una medida para que sean apresados y sometidos a la justicia los hombres que busquen servicio sexual en los prostíbulos.
Creemos que en este país, donde se desarrolla una especie de turismo sexual solapado, lo que no es un secreto, la medida sería peor que la enfermedad, por los centenares de prostíbulos, moteles y casas de citas que proliferan en distintos lugares de la capital y del interior, visitados por miles de parroquianos.
Sin embargo, lo que dicha medida, aunque aparenta buena, podría producir es que las denominadas “trabajadoras sexuales”, se desplacen a otros lugares y realicen sus actividades en la clandestinidad, lo que sería difícil para las autoridades controlarlas y detectar a los clientes, entre los que figuran personas de distintos estratos sociales, inclusive de otros países.
Es muy fácil penalizar esta aberración, pero ¿por qué dentro de esa medida, Domínguez Brito no pensó es buscarle una solución radical al problema de la prostitución sexual, en la que participan hasta menores de edad de ambos sexos? Hay mujeres jóvenes adultas que quieren abandonar esa práctica aberrante, pero no tienen alternativas, por lo que debería ser un deber de nuestra sociedad socorrerlas.
El término prostitución viene del latín «prostituire» que literalmente significa estar expuesto a las miradas del público, estar en venta,
traficar con el cuerpo. Acto de participar en actividades sexuales libres y consentidas a cambio de dinero o bienes. Es la profesión más antigua de la humanidad.
No estamos de acuerdo con ningún tipo de prostitución, ni mucho menos con la sexual, pero creemos que la parte más sana de la sociedad y del Gobierno deben estudiar a fondo y buscarle algún tipo de paliativo al problema, como ha ocurrido en otros países.
Aunque esta actividad es llevada a cabo por miembros de ambos sexos, es más practicada por las mujeres, pero también se aplica a los hombres en el contexto de la prostitución tanto heterosexual como homosexual. El término genérico empleado para referirse a quien la ejerce es prostituta o prostituto.
La prostitución muchas veces está en relación directa con la delincuencia, la drogadicción, la marginación social, las dificultades económicas y que se constituyen como un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Constituye un escándalo la cantidad de madres solteras que viven de esa actividad pecaminosa en el país.
Las “trabajadoras sexuales” son personas que trabajan y se organizan en las calles. En lugares establecidos puedes encontrar a esas personas. Por lo regular en esos lugares quienes se prostituyen realizan algún tipo de show o exhibición para el público en prostíbulos, lugares de masaje, discotecas, clubes nocturnos, bares y cantinas.
Para Domínguez Brito, sería una medida de prevención muy positiva insertar, como materia obligatoria en las escuelas y colegios, la educación sexual. Asimismo, formar en cada institución educativa las sociedades de padres, con la participación de psicólogos y la orientación en cuanto a la educación y a la comunicación entre padres e hijos.
Algo de vital importancia sería generar puestos de trabajo decentes para las prostitutas. Control a los adolescentes y jóvenes para entrar a los centros de diversión, hoteles, bares y cantinas, así como no permitirles la venta de alcohol a los menores de edad.
Apresar y someter a la justicia a los que frecuentan prostitutas, no debe ser la única preocupación del procurador, porque lamentablemente en este país, existe en todos los estamentos de nuestra sociedad la corrupción, siendo la más evidente, entre otras, la política, la que aparentemente ha sido desatendida. Tiene que haber un cambio de mente y de sistema en nuestra sociedad. Solo un milagro sobrenatural podría lograr ese cambio y el único capaz de hacerlo, en el corazón del hombre, es Jesucristo, quien vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Urge, Domínguez Brito, que busque el asesoramiento divino.