El proceder sano de la gente de ayer

Anteriormente, en el ambiente nuestro primaba la camaradería; el compañerismo fue la base sobre la cual descansaban las relaciones fraternas entre amigas y amigos.

1.- Hablar de lo que fue el medio dominicano anteriormente y lo que es hoy, es opinar de épocas diferentes y de un mismo país. El período que vivimos ayer es contrario al que ahora estamos viviendo.

2.- La comprensión solo es posible por parte de quienes hemos vivido la etapa pasada y la actual, porque llama la atención el cambio que se ha producido en lo que se refiere al comportamiento de las personas.

3.- Los dominicanos y las dominicanas que tenemos la dicha de haber vivido ochenta años o más, por experiencia propia sabemos que nuestro país no es hoy el mismo en lo que se refiere a cómo se comportan las personas en las relaciones que establecen en el diario vivir.

4.- El ser humano con el cual nos tratamos en nuestra niñez, fue sumamente bonachón, altamente bondadoso; en la cara se le veía su sentir humanitario, cordialidad y afabilidad. El trato apacible y de excelente suavidad nos decía que teníamos de frente a un individuo formado en la magnanimidad, en nada reflejaba perversidad.

5.- Anteriormente compartíamos con un individuo presto a decir la verdad; veraz en el sentido amplio de la palabra. La franqueza la dejaba ver en cada expresión en un lenguaje lleno de autenticidad, sinceridad y lealtad, lo que nos decía que estábamos hablando con un ser libre de mentiras, de doblez.

6.- Antes contábamos con mujeres y hombres que se comportaban con honradez y suma rectitud. La honestidad la manifestaban en cada una de sus actuaciones; la decencia y la integridad adornaban al ente social con el cual compartíamos.

7- La comunidad dominicana en la cual nuestra generación nació y se desarrolló, estaba hecha de un material tallado en la responsabilidad. Creía firmemente en el deber de cumplir, llevar a efecto, acatar lo que había prometido.

8.- Ese ser humano del pasado, en nuestro medio obedecía a lo que su conciencia le recordaba, que estaba comprometido a no contravenir, a no desobedecer lo que se había impuesto a ejecutar.

9.- El de ayer fue un munícipe dado por entero a la colaboración desinteresada; decidido siempre a ir en auxilio; estar en el lugar donde fuera necesaria su ayuda en interés del medio donde vivía.

10.- Años han pasado cuando contábamos con un sujeto lleno de bondad; que  hacía de la cordialidad su razón de ser. Su magnanimidad y tolerancia las exhibía como prueba de su sensibilidad. No existía el desabrido y áspero, ni conocíamos al desagradable, al difícil de tratar.

11.- En tiempos pasados tuvimos la dicha de que se formara  un ciudadano para vivir orgulloso, presumido de existir, para ser positivamente valorado; enorgullecerse de actuar correctamente; alardear de contar con una educación doméstica que le hacía honorable y para que sus progenitores jamás se avergonzaran por ser una afrenta.

12.- En otros períodos de la vida dominicana contábamos con comunitarios comunicativos, que disfrutaban y hacían gozar la agradable conversación. Comunicarle al familiar o amigo algo de interés personal o colectivo, era signo de confianza, a la vez con gesto de estrecha y franca relación; prueba de trato afable y vínculos que descansaban en el intercambio mutuo que fortalecía la unidad entre familiares y amistades.

13.- Las generaciones anteriores procuraban realizar reuniones familiares, sociales o privadas, con el fin de mediante los encuentros, mantener la sana convivencia, la fructífera congregación.

14.- Las tertulias se hacían como forma de esparcimiento y solidificación de afectos sinceros, utilizando una celebración como medio de asociación de afines contertulios.

15.- Ayer nos tratábamos con personas que se comportaban con honradez, tenían conciencia de la decencia, de la honestidad. Aquel que sustraía lo ajeno, el ladrón, era visto como una persona que no cabía en el ambiente, porque se tenía la idea de que se comportaba como un extraño.

16.- En el pasado se sentía mal aquel que ejecutaba un acto que lesionaba su amor propio, porque su actuación se consideraba un bochorno. El descaro, la desvergüenza se tenía como un deshonor, que iba contra el orgullo de quien hacía algo oprobioso.

17.- El indeseable por acciones pecaminosas arrastraba consigo una mancha imposible de lavar, por lo que se convertía en un muerto en vida.

18.- En nuestro país, la persona del pasado fue bienintencionada; en ella se podía depositar absoluta confianza, porque en el fondo de su alma no guardaba lo maligno ni lo perverso.

19.- Nos tratábamos con lealtad porque la baraja marcada no formaba parte de las relaciones que se desarrollaban en forma recta, libre de sinuosidad; ausencia de ardid y disimulo.

20.- El afecto, la inclinación entre los integrantes de la comunidad, era algo mutuo. Las personas de ayer, por su forma de ser y carácter, se hacían agradables, generaban atracción, gracia. El individuo hosco era poco común en nuestro medio.

21.- Anteriormente, en el ambiente nuestro primaba la camaradería; el compañerismo fue la base sobre la cual descansaban las relaciones fraternas entre amigas y amigos.

22.- Aquel que desde niño conociste en la escuelita, o fue tu condiscípulo en la intermedia o secundaria, de seguro que se ha mantenido ese afecto resultante de la fraternización. Entre los cofrades del pasado no había fisura que llegara a la hostilidad.