Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
Si cada uno de nosotros supiéramos el día que nos vamos a morir, y la hora. ¿Qué sería del mundo? Nos volveríamos locos pensando me queda un año de vida, dos meses, o a la mejor unos días, o a lo mejor unas horas, pero Dios en su inmensa sabiduría no nos lo dice, porque sabría las consecuencias.
Si supieras que hoy es ultimo día de tu vida, ¿Cuánto tiempo dedicarías a cosas que no significan nada en el contexto de la eternidad? Los minutos se tornarían sumamente valiosos, por lo que optarías por emplearlos en lo más importante para ti. Las cosas del mundo te parecerían vanas, te resultarían casi ofensivas.
Desearías manifestar el amor a quien quieres más entrañablemente y te asegurarías de que lo supiera cuánto significan para ti. Te dedicarías a subsanar todo lo que hiciste mal y a reconciliarte con quienes has tenido alguna diferencia.
Si alguna vez has visto la muerte cara a cara o has convivido con un ser querido que padecía alguna enfermedad letal y te distes cuenta de cómo cambió por completo su orden de prioridades, ya me entiendes. En esos momentos, todo se vuelve sumamente claro. Lo único que se reviste de importancia es el amor. La felicidad y la alegría que Jesús puede darnos no tienen punto de comparación con lo que el mundo nos ofrece.
El nos da paz, alegría, satisfacción y conocimiento. El mundo no tiene forma de competir con El en esos aspectos. Se trata de satisfacer el corazón y la mente más que los cinco sentidos. Más allá de eso, no hay nada en el mundo que pueda satisfacer las ansias del alma. Solo Jesús. Es la única solución.
Pero mientras sigamos procurando que las cosas de este mundo nos satisfagan y nos hagan felices, no encontraremos la verdadera felicidad. Es de llenar nuestra alma de mezquinas ambiciones y de nuestra miope concepción de lo que es sentirnos realizados, sin dejar espacio para la obra que debe realizarse en nosotros.
Los dejo con esta lectura tomada de la 1era. Carta de Juan, Capitulo 2, Versículos15 al 17 que dice: “No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no lleva dentro el amor del Padre, porque todo lo que hay en el mundo, los bajos, apetitos, los ojos, la arrogancia, nada procede del Padre, procede del mundo. Y el mundo pasa y su codicia también. En cambio, que cumple lo voluntad de Dios permanece para siempre”.
Hasta la próxima y muchas bendiciones pata todos.
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