En medio del mar de problemas que vive la nación, por algún motivo, la Vicepresidente de la República, Margarita Cedeño de Fernández, decidió abogar por “salario emocional”. Leí con atención su artículo. Dice que “las remuneraciones en el espacio de trabajo y las compensaciones económicas han sido las que dictan el valor del trabajo en la sociedad” pero que “afortunadamente se va hablando de otro tipo de incentivo no económico: el salario emocional”.
Afirma que estudiosos han identificado distintas manifestaciones del salario emocional: oportunidades de crecimiento dentro de la institución, desarrollo personal y profesional, buen ambiente laboral, formar parte de las decisiones de la empresa y transformar la sociedad.
Asegura que la tendencia favorece los empleos que ofrezcan desarrollo personal, sobre aquellos que ofrecen los mas altos salarios; que el salario emocional se ha convertido en un nuevo modelo de compensación, que “para atraer talentos, debemos avanzar en el concepto de retribuciones emocionales, en especial en la administración pública, donde nos resulta inalcanzable competir con salarios de otros sectores, por lo que hemos tenido que ir introduciendo las compensaciones emocionales, mas que pecuniarias”.
¿Qué pretende la Vicepresidente? ¿Qué se destaque el prestigio de estar laborando en cualquier lugar y que esto sea parte del salario del empleado? Los “estudiosos” debieron decirle que así como hay “salarios emocionales” que contribuyen al mejoramiento del empleado, hay “aportes emocionales” que ofrece el empleado, que elevan el nivel del lugar donde labora. Esos aportes, se desprenden de su prestigio profesional, de su amor, dedicación y deseos de ver la institución elevarse. Por eso, debería recibir mejor compensación económica, además del “salario emocional”.
Me resisto a pensar que la Vicepresidente desconoce que existen “labores emocionales” no pecuniaria, que normalmente realizan los empleados y que dan a las instituciones la oportunidad de crecer, tener más prestigio y proyectarse. Estas “labores emocionales” de incalculable valor, no son debidamente compensadas por los “salarios emocionales” aunque estos den la oportunidad de crecer en lo personal.
En otras palabras, no es solo ponderar lo que recibe emocionalmente el empleado, sino también los beneficios marginales que el empleado le da al organismo donde labora. Es posible, que este dando más que lo que recibe. El salario pecuniario debe responder a todos los servicios, incluyendo el aporte emocional. Con este salario es que el empleado va al mercado, envía sus hijos a la escuela y cubre sus necesidades. El “salario emocional” no lo toman en el colmado.
Ayudaría que la Vicepresidente, le de prioridad a institucionalizar la nación; que todos los organismos se manejen con criterios normativos, para que valoren y remuneren adecuadamente hasta los suspiros que le permiten progresar.
Doña Margarita, no se emocione con el “salario emocional”; ayuda a crecer pero no resuelve los problemas del diario vivir. No ponga los empleados a pensar en que sus “labores emocionales”, no son debidamente compensadas; complicaría el sistema, y la verdad, no quiero ver huelgas emocionales.