En nuestra política folklórica, los líderes han venido utilizando la demagogia para ganarse con halagos el favor popular desde hace más de cinco décadas. Tras la decapitación de la dictadura trujillista, el país ha tenido que soportar y sufrir ese síndrome que sólo tiene como propósito justificar la mentira para alcanzar el poder.
Todos los políticos que conocemos han utilizado la demagogia y en sus programas de gobierno le ofrecen al pueblo villas y castillos, pero al final de su mandato solo se cumple, si acaso, una fracción de las promesas hechas, creando en el ciudadano un estado de frustración, por los que muchos han puesto en duda la eficacia de nuestro sistema democrático.
Nuestro pueblo, que por suerte, hasta el momento, es muy pacífico, mantiene la creencia de que un gobierno nuevo va a cumplir a cabalidad con todo lo prometido, pero todavía eso no ha ocurrido en toda la historia de nuestro país.
Alguien ha dicho que el síndrome de la demagogia es un fenómeno que se repite en todas partes. Todo líder debe de mentir tarde o temprano. Cuando un líder impulsa a sus seguidores que yendo por el camino elegido las cosas serán mejores, puede ser que ocurra el milagro. Pero, lamentablemente, eso no ocurre siempre, cuando el líder trata que las multitudes crean que con su programa de gobierno, todo saldrá bien. Sin embargo, si el líder se apega a tristes realidades y se pone a hablar de las dificultades, es más probable que las cosas no salgan bien.
Durante el desarrollo de un Gobierno, en su período de cuatro años, el futuro no está determinado, y el manejo de un país guiándolo hacia un buen futuro es algo demasiado complejo. Aún así, este tipo de cosas se intentan todo el tiempo, y hay ocasiones en que las cosas salen bien. Entonces, ¿para qué engañar al pueblo con promesas falsas?
Esperamos que este no sea el caso de nuestro actual Presidente, licenciado Danilo Medina, posesionado el pasado 16 de agosto, quien en su primer consejo de Gobierno, celebrado en el Palacio Nacional, dispuso, mediante decreto, algunas medidas de austeridad, tales como la prohibición de las tarjetas de crédito, las fiestas, las canastas navideñas, los vehículos de lujo y de alto cilindraje, se tasarán y se venderán; reducción al mínimo de los viajes al extranjero a funcionarios; prohibido aceptar dadivas, e impedir remodelar, comprar mobiliario para oficinas gubernamentales..
Pero urgen otras medidas importantes como son el fortalecimiento de la seguridad ciudadana, la lucha contra la delincuencia, el tráfico de droga e indocumentados, la crisis energética, la corrupción, así como la creación de fuentes de trabajo y otros puntos esbozados en su programa de gobierno.
Sabemos lo que ha heredado el Presidente Medina de la pasada administración. Una deuda externa de 25 mil millones de dólares; un déficit fiscal mayor a los 100 mil millones de pesos; productores agropecuarios con una deuda por encima de los seis mil millones de pesos; los productores avícolas en ruina, y la deuda del Banco Central que pasó de 89,000 millones de pesos, en el 2004 a 267,000 millones de pesos a mediado del 2012.
Esperamos que el nuevo Gobierno del Presidente Medina, con su gabinete mixto, integrado por nuevas y viejas figuras, realice una buena labor y deje, en el pasado, el maldito síndrome de la demagogia y la mentira para que la justicia social, algún día, resplandezca en este desventurado país.
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