Kabul.- Con la caída de Afganistán en manos de los talibanes, los organismos internacionales congelaron casi de inmediato sus fondos de financiación, lo que ha dejado al sistema de salud público del país asiático al borde del colapso, según alertó a Efe en una entrevista el ministro de Salud afgano, Wahid Majrooh.
El ministro, el único funcionario del gabinete que no ha huido del país y que sigue en funciones pese a la caída del Gobierno, estima que con las escasas reservas y la falta de medicinas, oxígeno o comida, además del impago de los salarios, es cuestión de semanas, quizá un mes, hasta que el sistema empiece a colapsar.
SIN FONDOS
«Es difícil decir por cuántos días el personal estará dispuesto a venir a trabajar, pero en la mayoría de las provincias ya nos estamos quedando sin alimentos, combustible, oxígeno, (el colapso) será gradual, no sucederá de repente, espero que el sistema permanezca activo un mes más», estima.
Devastado por décadas de conflicto, Afganistán es uno de los países que más depende de la ayuda internacional, sin embargo los fondos de los donantes comenzaron a detenerse inmediatamente después de la victoria talibán el pasado 15 de agosto con la toma de Kabul, para impedir el acceso de los fundamentalistas a los depósitos.
La pasada medianoche, además, Estados Unidos dio por concluida su presencia en Afganistán después de veinte años de ocupación con la retirada del país de las últimas tropas estadounidenses.
Según el ministro, en Afganistán, alrededor de 2.400 de los 3.700 centros sanitarios están administrados con presupuestos canalizados a través del Banco Mundial, y cuando se «congelaron los recursos estos establecimientos de salud estaban (ya) muy afectados».
Sin fondos, los insumos, sueldos del personal, medicinas, «todo se ha paralizado, se ha creado un ambiente de desilusión», añade.
Según el Banco Mundial, los fondos de asistencia representaron el 42,9 % del producto interior bruto (PIB) de ese país en 2020. A la crisis financiera que limita al sistema de salud el acceso a los fondos extranjeros, se suma la incapacidad de disponer de las reservas internacionales del país, gran parte de ellas almacenadas en Estados Unidos.
En este momento, el Ministerio de Finanzas «no está en capacidad de cumplir con el presupuesto que necesitamos para los hospitales públicos, que se están quedando sin todos los elementos mínimos», dice, subrayando la crítica situación que le ata de pies y manos.
QUEDARSE A RIESGO DE REPRESALIAS
Poco después de la huida en secreto del presidente afgano, Ashraf Ghani, coincidiendo con la entrada de los talibanes en Kabul, la mayor parte de su gabinete abandonó el país, o se encuentra en paradero desconocido, temiendo represalias de los islamistas.
«La razón por la que me quedé, no huí, no salí del país fue para asegurarme de que no hubiera interrupciones en la prestación de servicios», asegura el ministro, al tiempo que reconoce que su decisión «fue un riesgo enorme».
Ahora, «tengo el privilegio de decir que el Ministerio de Salud es la única y la primera institución que retomó su funcionamiento», dice el funcionario, que todavía sigue en comunicaciones con los organismos internacionales a falta del nuevo Gobierno talibán.
La razón de su optimismo es: «No veo que tenga otra opción», admite.
Pero «de repente nos enfrentamos al dilema del recorte presupuestario, que desperdicia todo el riesgo que asumimos durante los días del conflicto», lamenta.
EL GRITO DE AYUDA
Entre un 85 y un 90 % de la prestación de servicios de salud de atención primaria son implementados por ONG contratadas por el Gobierno, de manera que inyectar recursos a estas instituciones es clave para la asistencia sanitaria básica.
Como parte de los esfuerzos, «nos hemos comunicado con las ONG para decirles que estamos conversando con los donantes para encontrar soluciones, o un mecanismo alternativo para canalizar los fondos, les solicitamos que intenten usar los recursos de su organización hasta que reiniciemos la canalización de fondos».
«Pero eso no ha sido efectivo», admite Majrooh.
Pese al miedo generalizado del país por la presencia de los talibanes en las calles, el 97 % de los centros médicos están funcionando, y los trabajadores, hombres y mujeres, acuden día a día al servicio.
Pero este mismo personal que Majrooh alaba por su resiliencia, está cansado y han dejado de recibir su salario desde hace por lo menos tres meses.
DEJA DE LATIR
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó el lunes del envió de insumos y material médico a Afganistán como parte de su esfuerzo para atender la emergencia. El envió abastecerá a unas 40 instalaciones afganas, sin embargo esto no es suficiente.
«Lo que me angustia es ver un sistema de salud resiliente que se está rompiendo y colapsando debido a la falta de recursos», dice el ministro, que no sabe cuántos días u horas le quedan en su despacho.
«Nuestro personal está en las instalaciones, el sistema está en su lugar, pero era y sigue siendo dependiente de la ayuda, por lo que una vez que las ayudas se detienen, el corazón deja de latir en el sistema de salud», concluye.