Las elecciones de medio término celebradas en los Estados Unidos el pasado martes 6 de noviembre dejan por lo menos dos lecciones importantes para la política dominicana. La primera es la importancia de la participación de las mujeres de clase media en la política, y la segunda, la relevancia de los partidos grandes electoramente competitivos para la democracia.
Primero sobre las mujeres. Con motivo de la inauguración de la presidencia de Donald Trump, diversos grupos de mujeres, sobre todo de clase media, se lanzaron a las calles a protestar. Las manifestaciones fueron inmensas a través de diferentes ciudades de los Estados Unidos, y esas protestas sirvieron para denunciar el machismo que se respiró durante la campaña de 2016, y para enviar la señal de que muchas mujeres estarían vigilantes y activas en defensa de sus derechos.
En las manifestaciones había mujeres de todas las edades, de diferentes razas y etnias, de diferentes organizaciones sociales, pero, sobre todo, muchas mujeres urbanas de capas medias. En su composición, era el mismo segmento social que desde la década de 1960 viene luchando por ampliar y consolidar los derechos de las mujeres a la educación, al trabajo, a la salud, a la participación política, a la dignidad humana.
Aunque muchos de esos derechos se toman hoy como un hecho, no ha sido siempre así; y ni siquiera actualmente. Las mujeres han ingresado masivamente al sistema escolar y se destacan de manera extraordinaria, pero en el trabajo siguen enfrentando fuertes limitaciones para el ascenso, y el movimiento #metoo ha demostrado la magnitud del acoso sexual. En la política ni decir, las mujeres siguen siendo muy excluidas.
El punto es que la combinación del machismo en la discursiva política y el movimiento #metoo han producido una movilización social y electoral de muchas mujeres de capas medias, que ha tenido como resultado la elección de más mujeres a la Cámara de Representantes, sobre todo, del Partido Demócrata.
En la República Dominicana, hasta la fecha, la movilización social y la participación política de las mujeres de clase media es ínfima. A pesar de la incorporación de muchas mujeres al mercado laboral, las mujeres dominicanas siguen confinadas a los espacios domésticos y religiosos, aunque tengan un empleo. Su estatus privilegiado de clase media les ha impedido ver que la sociedad dominicana será más democrática cuando se incorporen de manera más efectiva al espacio público; y eso implica la capacidad de protesta y participación política.
Segundo sobre los partidos grandes. El triunfo del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes revela la importancia de un bipartidismo fuerte para la alternabilidad en los sistemas políticos presidenciales, como es el caso de los Estados Unidos y la República Dominicana.
Mientras en los Estados Unidos hay dos partidos grandes que se disputan constantemente el poder político, en la República Dominicana proliferan los partidos pequeños (27 registrados en la Junta Central Electoral); y fuera del PLD, ninguno es electoramente competitivo en la actualidad. Se han dividido o nunca han crecido.
Si en los Estados Unidos existieran múltiples partidos opuestos al Partido Republicano, ninguno hubiera ganado en la Cámara de Representantes a solo dos años de la victoria de Donald Trump, y en medio de una economía próspera.
En la República Dominicana no logran entender que el sistema presidencial está diseñado para que existan pocos partidos electoralmente competitivos. Si no, un partido se hace dominante como ocurre ahora con el PLD, que se beneficia de la fragmentación y dispersión de la oposición.
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