La semana pasada se realizó espléndidamente en la República de Punta Cana el XIX Seminario Internacional de la Federación Mundial de AFP. En ese contexto su Presidente expresó el temor de que el “populismo” arruine esos negocios multimillonarios, basados en la estafa al esfuerzo de por vida de una gran parte de la población trabajadora. “Populismo”, para ese señor y la vice Raquel Peña que lo acompañaba, es sinónimo de pensiones justas y dignas. ¡Así piensan las élites capitalistas neoliberales!
El vientre de las AFP son los Grupos Financieros que operan mediante sus poderosas entidades bancarias, que actualmente reinan en este capitalismo predominantemente parasitario, genocida y ecocida de la ERA NEOLIBERAL. Sus almas gemelas –algo menos gordotas- son las ARS.
Aquí, las 10 Familias Megamillonarias seleccionadas por Revista Forbes son las accionistas mayoritarias de esos Grupos Financieros, dándose el caso de que solo una de ella, Casa Vicini, es accionista mayoritaria de los tres grupos financieros más importantes del país: Popular, BHD y Progreso; y participa además como accionista en las tres compañías de seguros más grandes del país: Universal, Mapfre y Proseguro.
En verdad no pienso que en el mundo pase algo diferente a lo que ha ocurrido aquí durante 20 años de reinado de esos negocios de salud y seguridad social, luego de privatizadas en gran medida.
Matías Bosch y el equipo de la Fundación Juan Bosch han revelado que en esos 20 años a ambas redes de la llamada Seguridad Social ingresaron 149 mil millones de pesos, siempre más a las AFP que a las ARS; correspondientes a gastos abultados para encubrir ganancias y a enormes ganancias netas. Estas últimas ascendieron a 49 mil millones del 2004 al 2021, y ahora, en los primeros 9 meses de este año, recibieron ingresos por 6,258 millones.
En contraste con ese botín y la sustentación de las AFP en ese inmenso capital parasitario-especulativo, contexto en que cualquier quiebra sería ficticia, el sistema de inseguridad social vigente le oferta a trabajadores/as, pensiones miserables de 7, 10 y 11 mil pesos mensuales, después de una vida de sacrificio; lo en promedio equivale al 25% de sus salarios normales.
En realidad las AFP privadas no le temen a la ruina, sino a la imperiosa necesidad colectiva de su eliminación como intermediarias. No hay manera de arruinarlas, y si apareciera una, bienvenida sea. Igual receta popular merecen las ARS. ¡Definitivamente, por lo menos dos derechos sociales como salud y educación, no deberían ser negocios!