Embarazo precoz, lo que es o lo que debe ser

Reiteran las autoridades y las agencias sociales, tanto las nacionales como las internacionales, su salto de fase en las políticas y estrategias de prevención del embarazo en preadolescentes y adolescentes.

Chocan las urgencias y las alarmas con lo importante del embarazo, al plantear este suceso como un castigo o una fatalidad, en el lema del Fondo de Población de las Naciones Unidas: “Eso a mí no me va a pasar”.  Se sustituye el concepto ético del embarazo por una vaga descripción moral del hecho.  Prefieren trabajar en la definición de lo que es, en lugar de convencer a los sujetos de cómo debe ser este acto.

Descubrimos en este mensaje, desde la psicología de la comunicación, contradicciones que pudieran reforzar riesgos de neurosis, en el carácter y en la personalidad de los preadolescentes y adolescentes, puesto que pasa por alto, que ellos son el fruto del embarazo de sus madres.

Metemos el sentimiento de vergüenza y el de culpabilidad en el mismo saco, sin que, a quienes va dirigida la campaña dispongan de los filtros lingüísticos y éticos, para distinguir entre lo que es vergüenza y culpabilidad en el embarazo.  Sin estos dispositivos automáticos, veremos a muchas niñas induciéndose abortos, arrojando fetos en los zafacones o dejando bebés en las calles.

Quedan demostrados los diferentes pelajes que tienen las “Intimas convicciones”, por ejemplo de la fiscal de San Cristóbal y otras autoridades, las de los organismos y agencias internacionales, cuando promueven la judicialización o propagandas, sin precisar el campo moral que tienen los conocimientos y los razonamientos de los jóvenes, en nuestra sociedad.

Justifican estas acciones en medio de una oscuridad pragmática y oportunista que, pasa por alto, las normas y preceptos consignados a la familia, tanto con respecto a la educación de los hijos como los deberes de ellos con la sociedad y su medio ambiente.

Tendríamos mejores resultados si promoviésemos las posibilidades de una organización de las tareas culturales de transmisión de los valores morales de descendencia.  Así alcanzaríamos la seguridad de los grupos, en la aplicación y mancomunidad de las normas, y la sostenibilidad de las instituciones y de los instrumentos sociales y espirituales, que creen o descubran los individuos.

Pensemos que además de la globalización de los medios de comunicación, del impacto del turismo, de la mercantilización de la vida y de otros riesgos, que perturban la familia.  La mayor amenaza está en la propia inteligencia de los preadolescentes y adolescentes.

Es ella la que necesita, cada día, y con obstinación su fundamentación, ampliación y claridad en sus conocimientos y razonamientos, para sus actividades.  Merece tratamiento especial, dado que, en la inteligencia se anidan las más sublimes creaciones humanas y las más brutales atrocidades.  Esta realidad nos obliga a buscar recursos y mecanismos éticos y morales que orienten el carácter y la personalidad de ellos, hacia una maternidad o paternidad responsable.

Manejamos, en estos embarazos, un material explosivo, sin una clara conciencia de nuestras precariedades políticas, sociales y democráticas para dirigir y educar la racionalidad creadora de estas jóvenes.

Comprendamos que el embarazo es un deber, el cual merece un derecho sustentante.  Que quién lo realice entienda los riesgos sociales, económicos y políticos que contrae con sus gustos y deseos sexuales, que les comprometen mucho más que lo creen.